Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

domingo, 19 de mayo de 2013

El sueño de María Julia (la ladrona)

                





      
        De una les digo que todo fue un sueño. No me rompan las que me cuelgan. Fue un sueño. No soy de aquellos que terminan diciendo en todas sus historias que ha sido todo parte de un paisaje onírico. Yo lo digo de entrada porque me la aguanto. Soy lo mejor de la literatura nacional (Aguinis es un pecho frío y un vigilante que no tiene aguante). ¿No les gusta esto? ¡Vayan a leer "Tiempo Argentino" y no me molesten! A mí no me gusta nada. Y como nada me gusta me pierdo de todo...

          Soñé que estaba nadando en un túnel lleno de agua que estaba bajo el Riachuelo. Más que un túnel, parecía un acuario. Todo era azul marino. Los límites eran de vidrio. Toda la onda acuática en el lugar. Me sentía un Aquaman criollo. Me cuesta describir ese laberinto subacuático que me tenía preso sin que yo supiera cómo caramba llegué allí. Lo gracioso es que nadaba sin tubo de oxigeno. Sueños locos, sueños raros. En el mundo de la almohada todo puede pasar.

            Yo no sabía adónde ir con mi nado "prefectónico". A la larga iba a poder salir de ese camino de buzos pero tenía qué decidir. Iba yo desde Barracas hasta la zona de La Boca. En un momento llegué a vislumbrar a lo lejos las torres de Puerto Madero y la mierda de Dock Sud al otro lado. Ya había salido a superficie. Me iba hacia el Río de la Plata. Como estaba soñando podía ver toda la geografía de la zona sintetizada en una imagen espectacular: de un lado la puta burguesía que asesina a este país y, de la mano derecha, toda esa pobre gente que tiene la piel a la miseria por culpa de las refinerías de Shell, Máxima, Holanda y la puta madre que los parió a esos piratas negreros y usureros.
          Todo estaba en el todo de mi sueño. Arranqué el nado desde Barracas yendo por el cilindro subfluvial que me condujo hasta el río más ancho del mundo. Quise remontar el río subiendo por la izquierda hasta la zona de la Reserva Ecológica. Desde ya, tengo que aclarar que ya en La Boca había podido salir del laberinto que me tenía atrapado como un pobre animalito de Mundo Marino (yo soy medio animalito pero no le causo gracia a nadie sino que soy la desgracia del Pueblo). Y decía que al salir a la superficie vi la hermosa luz del sol, el centro comercial de Avellaneda, los puentes, las putas, los barcos abandonados en el puerto, las fábricas de humo, las chimeneas de la muerte, la gente enferma. Del otro lado vi torres de cristal con gatas rubias, niños alemanes bobos, viejos incestuosos y todo el caretaje judeo-burgués de Puerto Dinero. Las trolas más trolas de la Argentina colgaban sus tetas en los ventanales de los edificios. Los viejos verdes pagaban mil euros por noche para chupar las ubres de esas vacas flacas. Asco moral.

         Podría haber ido nadando por el sur hasta Quilmes o La Plata pero hubiera muerto calcinado por los hidrocarburos vertidos por las petroleras multinacionales. Capitalismo es genocidio en forma de doctrina económica. Para sobrevivir debía irme bien lejos por el norte hasta llegar a la Ciudad Universitaria o las costas de Vicente López o San Isidro. Podría haberme ido con las chetitas y los chetontos de las zonas altas pero dije no, no sea cosa que al verme negro, cubierto por la mierda de sus empresas, me caguen a tiros con su Prefectura Naval Argentina que la tienen alquilada. No podía remontar nado hasta las hermosas zonas residenciales del Conurbano Septentrional. Por negro me la iban a dar (el tener la pielcita blanca de lechón no asegura inmunidad alguna contra el clasismo burgués. Ahora que las máquinas hacen todo, el pobre tiene que morir. Aborto para todos). Entonces me decidí volver sobre mis brazadas y...

         Y me decidí volver sobre mis brazadas. Sabía que no podía permanecer largo tiempo en la desembocadura del puerto. El barrio porteño de La Boca se llama así porque es, justamente, la entrada al Riachuelo. Si me quedaba cinco minutos más el plomo me iba a comer la sangre y las mucosas. No quería terminar como esos pobrecitos que viven en la ribera y tienen cáncer por culpa del Estado criminal aliado del poder las grandes empresas. Es verdad que yo vivo en Lugano 1 y 2, frente al Autódromo. Es cierto. Y estoy a un kilometro del río chico, del río podrido. A veces los vientos vienen cargados de mierda. Yo no sé si tendré cáncer en mi vejez. Es probable. Soy uno de esos cinco millones de desafortunados que habitan en las inmediaciones del vertedero de residuos tóxicos más grande del país. Visto y considerando todas estas cosas, decidí volver sobre mis brazadas (¿Ya lo dije? ¿Cuál hay si lo digo de vuelta?). Decidí volver sobre mis brazadas.

        Me introduje nuevamente en el acuario ese que estaba debajo del Riachuelo (solo en mis sueños porque bajo el fondo del río solo hay metal oxidándose y algunos pedacitos de cadáveres que esperan algún antropólogo forense que les devuelva la identidad). Me metí en ese laberinto de vidrio y empecé a nadar con fuerza rumbo a la zona de Valentín Alsina. Allí supe que era el fin de la porquería futurista que me encerraba. Estaba otra vez sobre la superficie del río. Solamente me dejé llevar. Vi la avenida 27 de febrero, vi los edificios ruinosos de Soldati y vi, cuando más lo anhelaba, el fondo del Parque Roca. Salí del agua lleno de olor a caca y desperdicio de curtiembres. Estaba negro como un africano de lo mugrosa que se hallaba el "agua" (creo que había de todo ahí menos agua). Con la poca fuerza que me quedaba atravesé todo el parque rumbo a la avenida de igual nombre (avenida Coronel Roca). Me tomé el 115 y me fui a mi casa.

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