Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

viernes, 2 de agosto de 2013

Sueños locos VI (transformaciones)

      








    
    ¿Alguno vio Dragón Ball? En mi sueño de hoy me transformé en un mono gigantesco. Estaba parado en medio de la calle y cagaba a piñas a todo el mundo. Era un maldito animal imparable. Quizás mi mayor anhelo sea convertirme en un ser indestructible. ¿No estaría bueno ser duro como una roca y ser fuerte como una bestia salvaje? ¡Nada mejor que ser el más feroz de todos en esta selva de cemento! Recuerdo haber visto piezas, pensiones, pasillos amarillos, laberintos de cuartos; ratas, cielos grises, casas viejas, familiares que no he conocido, italianos, españoles, gente vieja, cadáveres andantes, anocheceres fríos, mañanas impostergables, encuentros inesperados, baldosas frías, veredas recién lavadas, caseríos del sur de Flores, lágrimas de suburbio, reencuentros, abuelos, muebles de madera, lunas llenas, trenes locos, viajes circulares, místicas poéticas, perfumes de arrabal, tangos enrevesados, mundos reducidos, puentes peatonales, pasto, mucho pasto; escondites, memorias, libros, ancestros, carretas, botellas de leche, esquinas, cuchillos, misterios, desencuentros, pasiones, intrigas, dramas, iglesias, fuegos, tormentas, militares, neblinas, soles nacientes, plantas, naturalezas muertas, despertares metafísicos, soledades, bañeras rotas, pisos sucios, cantos viejos, devenires fugaces, líneas de trenes inventadas en sueños, caminos entremezclados, cementerios, caminatas, voces, ropas oscuras; marchas y contramarchas, persecuciones y espionajes, ojos claros, sentires confusos, ansiedades reprimidas, puertas entreabiertas, bandoneones, balcones, rejas, fierros, piedras, mariposas, escuelas, seducciones, paisajes, viejas, naderías, cuadros, cartas, vinos, inciensos, biblias, palabras, macetas, gestos, sombras, gatos, fuentes, reflejos, conjeturas, camas, destellos, paredes, vientos, murmullos, espejos, sahumerios, charlas, ventanas, crespúsculos, hamacas, señoritas castañas, juegos de niños, calesitas, viveros, parques, almacenes, farolitos, vigilantes, facturas, diarios, gritos, compadritos, perfumes, repeticiones, semáforos, techos, parrillas, escobas, gomitas, corpiños, árbolitos, frutas, sombreros, terrazas, asaditos, polleras, nubes, patios, tacos, gitanos, radios, vapores, milanesas a caballo, zapatos, polvos, gemidos, quejas, sábanas, rosas, turquesas, jazmines, pájaros, madrugadas, cafés, noches, bares, perchas, metegoles, cuadras; y, sobre todas las cosas, la iglesia San José de Flores de noche iluminada por la concurrencia tan piadosa y cristiana.

       ¿Por qué tanto? Guardo de mis padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y demás ancestros, cosas que ellos no saben. La sangre me recuerda cosas que ni ellos recuerdan. Veo un hotel o una pensión y una mujer cuarentona y gorda de pelos negros y ojos marrones gritar porque un pasajero protesta ante el irracional precio del alquiler; veo a toda una familia dormir con las ropas puestas en distintas camas sin que nadie esté tapado; veo la vida de gitanos y oigo el canto de los pájaros al amanecer. La madrugada de turco fue agitada (la del truco fue peor). Las damajuanas de vino fueron escondidas en el viejo ropero de madera. Polvo, mucho polvo. Mujeres de pubis frondosos y abrazos calientes, mujeres apasionadas de tetas grandes y curvas generosas mas no gordas como viejas usureras. Veo machos rompiendo el colchón junto a sus hembras. Veo la vida que no viví y que no querría vivir pero que me deleito en ver. Veo la heterogénea mescolanza de mi familia. Veo italianos llorones y españoles brutos pero nobles; veo indios dionisiacos y judíos sabios y austeros. Veo todo. Veo a Adán y veo también el día de mi muerte. Veo que veo y veo que no veo pero oigo los pasos en la oscuridad de un demonio que me que quería comer cuando yo era niño. Frente a mí, el Río de la Plata, y detrás, el Aeroparque. Pienso que esto es Estados Unidos y que somos todos policías buenos. Tengo seis años y no entiendo nada. No sé si hay negros. Pero pienso que el bolivianito del jardín es mi amigo y lo creo el negro simpático de la televisión. Lo quiero y lo defiendo como a un hermano. Lo mejor es la carita de Anita, mi compañerita del jardincito. Una vez soñé que me casaba con ella, sí, con seis años soñé que me casaba con mi compañera de preescolar. Vi mi cuerpito vestido con un traje y a la chiquitita la sorprendí con un vestidito blanco. Me dio el sí. Nos casamos. Avenida La Fuente el lugar de la escuelita. Mi mamá me hablaba de Estefanía pero a mí me gustaba Ana. Era una niña de pelo castaño, corte carre, ojitos verdosos, naricita pequeña, labios chicos, piel blanca. ¡Éramos tan buenos, tan puros, tan inocentes, tan ingenuos! Veo hoy a los chicos chicos posar como adultos y los oigo decir obscenidades que Dios me libre y resguarde. ¡Yo que creía en la cigüeña y la cartita a París! No sé, no sé, no quiero saber. Yo veo un avión del correo color azul que surca el cielo color azul y que arroja los paquetes con correspondencia cuan si fueran provisiones en tiempos de guerra. En el final del horizonte veo camionetitas del servicio postal recoger lo que cayó del firmamento. No son carteros normales los empleados sino que tienen rangos militares y están armados. Amo el correo. Un cabo cartero me defendió a los tiros...

          ¿Por qué a los japonesitos les gusta tanto pelear? Me acuerdo de un compañerito descendiente de orientales que me cagaba a piñas todos los días. Así y todo, yo quiero mucho a los ponjas. Son buena gente. Una vez una maestra arrastro de los pelos al chinito hasta la Dirección. Era tremendo ese niño. La escuela por la que pasara mi padre, mi tía y el Papa, me había visto soñar con los Power Rangers. Yo creí que del otro lado de la medianera del patio no había una casa particular sino el cuartel general de los Rangers (casualmente la casa esa pertenecía o pertenece a alguien que fuera amigo de mi papá). ¡Tantas cosas! Yo ni sabía que existían judíos, musulmanes y todo eso. Sí había visto gente del Lejano Oriente y me parecía divertida. Tenía siete años. Perdí un año de mi vida por la escarlatina. Se me caía la piel de la cara. Entré un año más tarde a la primaria. Yo pensaba que los chinos eran los dueños de todos los restaurantes de la ciudad (y eso que habían pocos en el año 1996) Me gustaba mucho Estados Unidos. Estaba en la tele, estaba bueno. Odiaba a España. Pensé que éramos esclavos de los españoles. Las maestras daban a entender algo así como que los godos nos pegaban con un látigo. ¡Tan pelotudo era de chico que ni sabía que soy descendiente de españoles! Sí sabías que los italianos comen fideos y que nosotros hacemos lo mismo porque algo tenemos que ver con ellos por cosas de familia. ¿Los indios? Me acuerdo cuando fueron los tobas a la escuela. Yo quería imitar los llamados de guerra con la boca tapándome con la mano y dejando salir el sonido como en las películas pero la maestra se enojaba conmigo. Le habíamos llevado un montón de golosinas a los pobres indiecitos. ¿El dirigible de La Serenísima? Ya la conté esa. No sean hinchas. Sí puedo recordarles que el programa de Tinelli estaba muy bueno. No habían putas como ahora sino que hacían reír a grandes y chicos. ¿Qué comía? Churrascos jugosos todos los días. No había inflación y sobraba la comida. Era comer, comer y comer. Yo era pequeño y sabía que Menem era un hijo de puta. Mis papás me lo recordaban todos los días. Igual extraño comer tan bien como en aquellas época. Por eso crecí sano y fuerte y no me enfermé jamás salvo la mentada escarlatina. ¿Cómo hago para saber tanto? Es la memoria un gran don...

        ¿Y el sueño de anoche? ¿Qué me pasó? Bueno, les dije que me convertí en mono. Era un ser gigantesco. Medía como diez metros y era grandote, negro y peludo con una cola tan larga como el más alto de los seres humanos. Estaba parado en medio del cruce de dos calles. La pinturería (o ferretería) de los rombitos de Pedernera. La heladería Palmeiras en diagonal. Estaba endiablado. No tenía piedad de nada ni de nadie. Repartía piñas como el que lleva pizzas a domicilio. Era una cosa de locos. Le di un trompazo a un coche y lo aplasté. El capó quedó hecho una monedita. El hombre que conducía no resultó herido pero estaba muy asustado. Una mujer gritaba y lloraba totalmente desesperada. ¿Por qué las mujeres siempre lloran? ¿Por qué las mujeres son tan sensibles? Bueno, la idiota lloraba desconsoladamente y yo tuve un gesto para con ella y saque al tipo de los fierros calientes y retorcidos que alguna vez fueron su automóvil. Era como sacar una sardina adherida al fondo de una lata. Es verdad que era un animalito sin noción de la misericordia pero no es menos cierto que un mono jamás puede ser hombre. Eso es de una novelita de un inglés loco (al día de hoy la gente confunde la ficción con la ciencia). Lo que sí puede pasar es que un gorila alguna vez haya sido un humano. Eso sí que sí. Imaginemos un tipo que por estas cosas de la vida termina gordo, sucio, peludo, vago y pelotudo. Uno de esos gronchos que se rascan los huevos delante de todos. ¿Quién creería que estamos hablando de una persona? No hace falta ser liberal para caer en el gorilismo. Hay muchos que se dicen peronistas pero parecen sacados del planeta de los simios con esas caras dignas del zoológico. ¿Y yo soñé esto? ¿Por qué no habría de soñarlo? Una cosa son las digresiones acostumbradas y otra muy diferente son los sueños locos. Es muy sencillo: yo era un mono loco y repartía golpes a mansalva. Aplasté el cochecito de un pobre burgués pero lo que me quedaba de hombre me obligó a tener un gesto de caridad y salvar a la persona de una muerte segura por asfixia o por un ataque cardiaco que resulte en taquicardia o infarto (no debe ser fácil estar enjaulado en un coche totalmente aplastado. De seguro que es desesperante. No se lo deseo a nadie.). Bueno, gracias por haber leído otra entrega de mis Sueños locos...

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