Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

domingo, 27 de diciembre de 2015

Cárcel de veneno y fuego





  El sicario colombiano va fuerte en su moto y mata con frialdad total, con un desprecio absoluto por la vida. Él es así. O al menos esa es la proyección que le hago a un amigo para que no me llore por una mujercita que no vale sus lágrimas. Él tiene que ser un duro, un irrompible, un inquebrantable, un macho loco, un patrón de la vereda, un chacal, un indomable, un tigre, una víbora, un puma, un gavilán, un león, un tiger, un oso, un toro, un cornudo... No, un cornudo no. Ése no sirve. Bueno, se entendió. Tampoco tanto lío. No rompamos las bolas, porque nadie va a querer arreglarlas excepto algún gay muy esmerado, muy delicado...

  Y sí. Quiero exiliarme en la República de tus Ojos, pero no consigo salir del actual estado de guerra en el cual me encuentro inmerso. Fue (¿o será?).

  Siento tedio y despecho hacia no sé qué por esta triste realidad de girar una y otra vez sobre densas esferas de fuego. Los pies se me derriten todo el tiempo, pero nunca del todo. Tengo que girar y girar. Tengo que dar la vuelta a esos mundos de calor; quedar de cabeza, verme con la presión baja, hacer fuerza para subir y luego descender una vez más a ese ciclo de infierno. El cielo, negro, todo negro, todo abismo. Mi cuerpo arroja pudrición en ese incinerador del universo donde se queman todas las estrellas, donde los soles se funden en terribles orgías de incendios perpetuos. Los astros se me prenden a la piel y apagan la fortaleza de mis huesos con furor indescriptible. La sangre me hierve como si fuera la lava de un volcán que está por estallar. No tengo ojos sino vapor a punto de perderse. No hay nada más que un verano eterno para burla de un alma que no poseo.

  Si alguna vez vi una figura áurea, una figura efímera y brillante como la aurora, fue solamente para que no me detenga en el trabajo alienante de servir como combustible en esa hoguera sin final. La vida nos pone a todos en un lugar. Tal vez pueda despegar los pies de ese suplicio, pero nada es cierto. Siempre hay que seguir y seguir. Y duele seguir y seguir y sin saber qué mierda se está siguiendo. Uno siempre se tiene a sí mismo como la manifestación visible de Dios en esta dictadura de las necesidades, el hambre, la sed, la fatiga y el calor. No hay nada más. Son mis "ruinas circulares", ruinas que esfuman toda vanidad.

  Los párrafos de atrás son momentos. Momentos nada más. Sensaciones que nos arrojan urbes suicidas y desesperadas. Yo recojo el guante y saco foto del instante de mi corazón. ¿Saben qué? Yo arrebaté para siempre el tesoro de la mañana, el oro brillante que hay en el centro de su cielo. Lo guardo en mí en todo momento. Podrán matar a mi estrella delante de mis ojos para que me vuelva ateo, pero nunca lograrán matarla en mi alma. Pese a todo, pese a los pasos dados hacia atrás, me siento más vivo que nunca. Es cierto que la cruz la sigo llevando y que el ocaso personal se hace cada vez más grande, al menos por momentos, pero voy a patear bien lejos las bolas de fuego para que estallen contra los confines del universo. Las esferas se van a hacer polvo y yo voy a seguir entero contra el mundo. Decidí ser feliz una vez más. Y termino sonriendo. La serpiente a sus pies...

sábado, 26 de diciembre de 2015

Asco


  Caños oxidados, columnas manchadas de mierda, moscas alrededor. Asco. Paredes amarillentas y plantas que emergen anárquicamente de un muro. Hongos, humedad, oscuridad. Estrecho reducto del silencio de la tarde. El sol casi no llega a este carcomido pulmón de manzana. ¿Error de los arquitectos de este universo o consecuencia de una forma pragmática de apostasía llamada "abandono"? Desde la ventana miro el arte que dejaron las palomas en esos murales del vómito fecal. Tal vez los manchones de musgo diseminado den la imagen de todo lo que podría haber sido. Y entonces caigo en la cuenta de que nada es perfecto y me tranquilizo. Hay peores cosas que no ver el cielo. Peor es no haberlo visto nunca. En fin. Seguimos así, país...

Todo o nada



"Yo soy martes y vos sos jueves: lunes ya se fue". Esto dijo alguien en referencia a aquel que pretende robarle su mujer imaginaria. Y luego dio un largo rodeo hablando de los autos de carrera: "Sólo importa la velocidad. Hay que ganar la carrera. Hay que subir al podio. Hay que prepararse. El auto tiene que estar bien. Todos van por el premio. La competencia es constante. La exigencia es máxima. El motor tiene que estar a punto. Hay que dejar todo para brindar con el champagne y las mujeres. Los laureles no son para cualquiera. No te olvides: hablamos del auto, del autoestima". Un tipo medio loco este pero con mucha razón en estos asuntos. Vale la pena citarlo una vez más al campeón de allá a lo lejos: "No te creas Reina de Corazones porque yo soy el Rey de Espadas y voy a partir tu corazoncito en dos".

  Estos son los momentos en que uno desea que llueva y refresque para dejar de respirar incertidumbre y fuego. Y nada, nada más. Porque escribir otra cosa sería en vano. Esperemos, Dios mediante, que el año 2016 nos pertenezca por entero...

viernes, 25 de diciembre de 2015

Sueños locos XLIX (Madre Muerte)





 ¿Y entonces? Madre Muerte, una pálida envuelta en velos negros, una mujer horrible derrotada por la Virgen María, Madre Vida. Pero todo ese rollo no viene a cuento. Vale solamente el hecho de verme atravesar el Sur profundo en el premetro. Iba ansioso como un loco, como un fantasma. Con amor, con amor de hogar criollo que arde en las lejanías del alma. Es nada más que el deseo de caer solamente para ver el abismo y luego sonreír feliz, muy feliz. Feliz como aquel empleado o comerciante cuyo cliente le dice que está perdiendo en el vuelto. ¡Qué calor! 

 Fuera de foco. Siempre. La luz no me atraviesa del todo. No quiero que me estén mirando esos espías disfrazados de espectadores. Es difícil de ver, pero todo el saber entra en la mente de un solo hombre, un hombre que también es Dios. ¿O podría ser de otra manera? Creo que no. Lo verdaderamente importante es el instante primordial, ese silencio sagrado que dio inicio al mundo. No olviden que el Señor también es un callar, como aquel domínico que reza a horas y deshoras por la salvación de todas las almas.

"Ja, ja, ja". Rebotan las risas. Las patean. Van al tacho. Vuelven. Repercuten por todas partes. Es intocable el alma de la alegría. Lentamente, el desgarro comienza a excitar a los imbéciles de siempre. Como si todo tuviera que ver con la utilidad. Típica mentalidad americana de que todo sirva para algo. Idiotez atómica de esos que quieren a todos muriendo con un pico y una pala.

 El instante es eterno. Es el deseo de perderse en la nada. Es la bruma, la niebla y la luz que se mezclan bien fuerte en la salida del premetro. "Intendente Saguier". Así se llama la estación que une a este medio de transporte con el subte. Veo el sol que se cuela en esa edificación baja rodeada de verde, con paredes de planta y cielo de celestes varios. El objetivo es besar Lugano. Lugano es el falso paraíso que alguna vez habrán de alcanzar todas las religiones y civilizaciones. La urbe inalcanzable se pierde allá donde nadie va a llegar...

  Veo otros subtes. Veo otros mundos allá abajo. Llego a la conclusión pero me voy. Siempre es un llegar, sin embargo gana más el siempre irse. No hay lugar. No siento miedo. Hay que seguir subiendo. El camino de la fe es mezclarse con el mundo, con la pudrición y lo turbio de esos ríos impuros del porvenir. Llueven los techos de la República. Salpican de pólvora violeta y besos de un fuego turquesa inigualable. Dicho todo esto, ¿qué hacemos ahora, amigo?

  Yo te deseo invisible, lejos de la vista de toda esa chusma deseante. Me dirás celoso y muchas cosas más, pero me excita pensar que te puedo tener entre mis manos, chispita delgada del universo que se escurre entre mis dedos. Loca te veo verter tus infusiones en mi lengua. Con amor, obvio. No podría ser de otra manera. Para algo soy joven y agradable.

  Bueno, no los quiero sumir en el desgaste. Tengo la necesidad de quitarlos de estos bordes de locura. Vean el tren que lleva al otro tren, vean el Sur inabarcable, el universo infinito dentro del universo que sí es finito. Lo digo con total cariño para esos que se extravían en los parajes de la necedad. No piensen mal.

  Nada. Ella usó mi vida para redimirme de mi herencia. Pero no importa esa mujer. Bah, sí, importa mucho. Pero hay que ser un poco más cerebral y olvidarse de ser amado. El tiempo pasa y hay que seguir escribiendo en medio de estas digresiones pensadas por mí, digresiones inspiradas por la Orquesta Imperial de Bolivia. Nadie creería las cosas que ella hizo por mí, pero ahora yo tengo que hacer algo por su conciencia: regalarle el orgullo de poseer mi amistad. Las palabras construyen templos que a su vez construyen dioses...

  El premetro conecta al mundo en la perfección. Los edificios del Centro cagan las piedras sobre las cuales lloran los pobres parditos de los suburbios, los yo teñidos de yo. Todo es tan perfecto que da mareos constantes. De ahí el desarme de todo lo conocido para jugar de nuevo. El mundo es un incendio del demonio y un banquete de héroes que se olvidan de sus citas.

  Todo. Estaba listo para perder de vista el firmamento e internarme en ese vacío de túneles. No podía ser de otra forma. Lo único que importa es hacer. Ahí, el subte. El subte que olvida el mundo, la verdad, el amor dócil y los banderines de guerras perdidas. ¡Ay, cuántas cosas! 

Soy tan sincero que me siento vacío. No es normal. Pero tengo estas obsesiones que me atormentan: viajes urbanos, trenes nuevos, líneas que no existen, ciudades imaginadas. Buenos Aires puede ser mejor. Buenos Aires es la mejor, pero puede ser mejor, siempre mejor. Porque ser mejor es albergar la posibilidad de ser mejor, ¿o no?

  ¿Saben qué? ¡Llegué! Alguna vez salí de esa maraña de vías y arterias, de venas y averías. Llegué. Se puede llegar. Eso creo. Pero el problema es que me vi ante la Asamblea General de las Naciones Unidas dando tres veces el mismo examen. Me fue bien en las tres ocasiones. Diez, diez y diez. Todo bien, más que bien. Pero creo que hay algo más que hay que buscarlo por fuera. Yo creo firmemente en el Placismo como forma de gobierno. Alguna vez llevaremos las plazas del barrio a todos los rincones de la Tierra para alabanza y gloria de nuestro nombre, por nuestro bien y el de nuestra Santa Patria. ¡Viva la Argentina carajo!

martes, 8 de diciembre de 2015

Sueños locos XVLIII (Nueva Zelanda)

  



  Le pregunté a alguien por Nueva Zelanda y me mostró imágenes de un país hermoso, muy natural. La magia de la pantalla colgando en el aire. Vi verde, vi muchos árboles y un camino en subida que parte desde unas costas de aguas azules. Vi la hermosura con sólo haberle preguntado a alguien que conozco por esa tierra no tan lejana. Y sí, "repentinamente", sí, siempre hay un "de repente", me trasladé a un enorme edificio blanco de anchos corredores y salones centrales. "Hall", palabra gringa a la que me resisto. Vicio de querer ser más español que Franco. Bueno, ahí adentro, en ese lugar espacioso, de generosos ventanales llenos de sol, aire y vida, en ese sitio de una blancura virginal e inmaculada, me presenté como profesor de lengua, literatura y español. El director del establecimiento, un tipo encantador de saco marrón oscuro, pantalones marrón claro, corbata color café, camisa blanca e impecables zapatos negros, me recibió con mucha alegría y entusiasmo. Encantado de mi curriculum y mi experiencia de vida. El anglosajón estaba fascinado por conocer a un argentino. Un sujeto muy agradable. No tenía el aspecto del gringo clásico de ojos celestes, tez rosada y cara de idiota. Este hombre parecía más bien uno de los nuestros, un italiano o español: corona de pelos castaño, frente pelada, ojos pardos, panza prominente, actitud relajada, semblante dulce, charla fácil. Cualquiera diría que era un porteño.

  Será por mi don de clarividencia o mi avidez de futuro pero me levanté decidido a irme a Nueva Zelanda. Creo que el sueño este es un regalo de Dios. Qué sé yo. Sinceramente, no me gusta vivir en un país gobernado por Macri. Veremos qué nos depara el destino. Nosotros trataremos de hacer todo lo posible por estar bien, por estar cada vez mejor, en un mundo complicado pero no imposible. Con fe, con esperanza, con optimismo...

domingo, 6 de diciembre de 2015

El lector conocido (al Lector Conocido)

 


 Todavía me acuerdo de vos, del invierno que pasamos y de "los cinco minutos más lindos del año", esos que tal vez sean la causa de tu casi indiferencia para con mi persona. Me acuerdo de las comidas, las sobremesas y las largas charlas sobre la vida, la música, el arte, la política. Qué sé yo. Podría haber sido todo mucho mejor sobre el final. Pero en un arranque de rabia te quisiste parecer a mi héroe, Daniel Scioli, y la cagaste, te la cagaste... Tremendo. No pude verte pintar la noche última de nuestra hermana redención. Eras el elegido para estar ahí abajo retratando en otras letras el dolor del corazón oriental que se arrastra bajo el ala desangrada de la voluntad. Pudiste ser el gran ganador de este 2015 pero te quedaste en la bronca, la apatía y el desgano. Y eso que te comí los oídos con el "con fe, con esperanza".

  No entiendo por qué sos tan débil de espíritu. Si tuvieras una gota de la leche que yo tengo, de seguro que serías el Rey del Mundo. Pero bueno, Dios equilibra las fuerzas del universo para evitar el despotismo de algún ser que pretenda destronarlo. ¿Justo a Él lo van a bajar? 

  Igual, ya te digo. La mejor con vos. No compito con tu arte, con tu talento de gran poeta universal. Te admiro profundamente. Y no querría arrebatarte nada. Pensarás que te envidio o algo así pero no es verdad. Sinceramente, si alguna vez me equivoqué, y creo que lo he hecho, lamentablemente, te pido perdón. Aunque suene feo, todo lo hice con amor. Jamás tuve malas intenciones ni pretendí que quedes en bolas en esta vida. Por el contrario, creo en la devolución más que en la apropiación. Jamás podrás acusarme de ladrón, homicida, mentiroso, vago o borracho. Tal vez puede que me digas otra cosa pero bueno, prefiero no decirla yo para que mi hurto no quede tan evidente. 

  "Tengo mis cositas". Sí, yo también "tengo mis cositas". Nadie es perfecto. Me hubiera gustado que todo haya acabado de mejor modo. Pero no pudo ser. Reconozco tener la culpa. He hablado de ética pero es cierto, no tengo autoridad moral para hacerlo luego de haber profanado esa iglesia con mi sola presencia. Sin embargo, creo en el perdón, la Confesión y el amor de Dios. Supongo que alguna vez la vida nos verá a todos en mejor situación. De mi parte, te deseo lo mejor. Sería bueno que todo siga más o menos como está y que, si el Señor así lo quiere, lo malo, lo conflictivo que hay en nuestras vidas, se transforme para bien. No quiero que pierdas otro año. Espero que el 2016 te encuentre bien, lleno de afecto, proyectos y ganas de vivir. Yo voy a estar siempre con vos, aunque más no sea desde la lejanía de la penitencia que me he impuesto. Te quiero, Alan. 

viernes, 4 de diciembre de 2015

Sueños locos XVLII (Fachos del aire)

  Tomé el 64 en algún lugar de Palermo o Belgrano y me bajé en París, en la Torre Eiffel. Era un día de sol cortante, de frío frío, frío muy frío. Pero había sol y brillo. El cielo vestía más celeste que nunca. Decenas de paracaidistas se arrojaban con valentía sobre la capital francesa. Los sujetos no parecían militares. Tal vez no lo eran. Estaba de pie frente a un mundo cambiante. Contemplaba con alegría y admiración este despliegue de heroísmo. Un muchacho de casi cuarenta me encaró con porte viril. Vestía pantalón negro, botas de combate y camisa azul. Había otros sujetos con él. Parecían burgueses pacifistas. Pero esos hippies llevaban armas largas. Me dijo el hombre que me encaró que su gente no aparenta ser lo que es pero que "lo importante en la ocasión esta es el deber." "Muchos dicen que nosotros estamos en contra de la República pero somos nosotros los que la vamos a salvar. Y salvando a nuestra patria, también vamos a salvar a la humanidad en su totalidad." Hablaba un español muy bueno. Habrá pensado que soy corresponsal de algún medio argentino o español. Muy agradable el tipo: ojos celestes, sonrisa americana, tez blanca, rostro perfectamente afeitado, buen perfume, manos grandes, pecho ancho, piernas fuertes y brazos robustos. Un hermoso hombre de oscura cabellera engominada y facciones delicadas: nariz pequeña, boca chica, orejas imperceptibles. Se lo notaba muy seguro al seductor de la ametralladora colgante. Luego de haberme mirado por última vez, me pidió permiso y se retiró. Arengó a sus tropas y un mar de valientes desapareció en un baile de tiros, gritos y algarabía. Un golpe de Estado habría de consumarse para salvar a Europa de sus errores liberales...

Sueños locos XLVI (La prima de la Virgen Atea)

  Una casa de cartón, un palacio desbordante de ilusiones. Y ahí, justo ahí donde nacen los sueños, los hijos, los amores y los sinsabores, una chica de piel dulce de leche por bronceado excesivo, y ojos celestes blancuzcos, blancos. Recién bañadita. El pelo negro chorreante de agua y fragancias. Arriba de la cama marinera. Encaré a la modelo de piernas kilométricas. Tuve que esquivar un montón de bultos tirados en el piso de aquella pocilga tan querida para poder acceder a lo alto de mi princesa enfundada en una minifalda de cuero negro. Me sonrío. Teclas de piano, música para mi vista. Olía bien. No sé por qué pero le pregunté el apellido. Coincidía con el de mi Virgen Atea. Algo raro. Me dijo que era la prima. Seguimos hablando. No me acuerdo si me la garché o no. Pero era de noche y estaba muy bien la señorita. Reconozco que las beldades frívolas y tontas no son mi tipo. Pero bueno, un par de polvos le hacen bien al corazón...

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Robo libros






 En algún lugar del Conurbano de cuyo nombre no quiero acordarme, se me dio por entregarme al robo de libros. La historia que voy a contar es de la verdad, no de la prosa rimada y de la poesía hecha párrafos prosaicos. La posta es que fui partícipe necesario de un delito. Y fui miembro de una asociación ilícita, integrante de una banda de alto vuelo intelectual: ¡choreamos libros! ¡No cualquiera!

  Yo estaba ayer en casa de un amigo, lejos de la Capital. Desayunaba tranquilo hasta que cayeron dos vagos en la puerta, como si fueran paracaidistas del diablo. Estaban ahí, sobre la hierba crecida del jardín. Habían tenido la osadía de traspasar la puertita de alambres blancos y se sentían como si fueran locales. Uno era un muchacho robusto de ojos marrones, brazos hinchados y piernas gruesas. Sonreía todo el tiempo. El otro, un flaquito lauchita de tez muy blanca, costillas sobresalientes, expresión alegre y gesto rebelde. Preguntaron por el flaco fumador que me invitó a su rancho zafarrancho. Los hice pasar luego de cerciorarme de que eran de confianza. De todas formas, dos pibes caucásicos y bien vestidos son fiables en los entornos en los que me muevo yo. Todo bien, pero algunos somos más iguales que otros.

  Cuestión que con uno de los atorrantes empezamos a jugar ajedrez. Me ganó en una partida trabada. Estudiante de Derecho. Hijo de una abogada como el laucha que estaba mirando el juego y agitando movidas interesantes que yo rehusaba materializar sobre el tablero. En el aire, el humo maldito del cigarro, algo que odio con el alma y el cuerpo, la nariz y la boca. Trato de evitar ese veneno legal. 

  Bueno, los cuatro desocupados, los cuatro chicos de la clase media venida a menos, nos fuimos para la estación bajo un sol de locos. Veranito de San Juan. Mucho calor. Como unos tarados, llevábamos abrigos en la mano. La costumbre típica de julio. "A la noche refresca". ¡Las pelotas! Humedad y sol pleno toda la puta tarde. Entre queja, chistes y delirios varios, llegamos al tren. Había una formación parada que iba a lo desconocido. Terra incognita. Randazzo y su revolución ferroviaria estaban muy cerca. Yo sabía que los muchachos iban a hacer maldades lejos, muy lejos de casa y de Buenos Aires. En un principio, sentí miedo. Lo confieso. No quería que me agarré un macho loco malo y me dé muchas piñas hasta hacerme sangrar la cabeza, la cara, las orejas, los brazos. Hay muchos pegadores sueltos. Cornudos que tienen toda la testosterona a flor de piel y que están dispuestos a matar al otro para ser el alfa de la manada. 

  Luego de mucho pensar, subí al tren tentado por la aventura de ver un lugar desconocido, allá en los confines de la civilización y en el principio de la barbarie. Las vías de la Ciudad iban bien lejos, ahí donde las venas y las arterias escapan del corazón y tocan las extremidades del cuerpo de la metrópolis. La máquina tardó mucho en arrancar. Tuve tiempo de deliberar. Pensé en que podía ser detenido por la policía o golpeado por una turba loca de linchadores fatales. Pensé mucho. Era todo un filósofo. En un momento, creí que podía ir y brindar apoyo logístico: esperar a los chicos en una plaza mientras ellos hacían de las suyas. O podía sostener sus abrigos para facilitar su innoble labor. Pero al toque caí en la cuenta de que las camperas podían servir de capas mágicas para hacer desaparecer objetos. Las prendas que los cuerpos sudorosos no llevaban habían devenido en una suerte de agujeros negros portátiles ideales para tragarse toda mercadería a su paso. Así que desistí de ofrecer mis servicios de apoyo al escuadrón y me sumé a la unidad regular de infantería. Tenía que entrar al teatro de operaciones. 

  Pasamos por una estación que estaba rodeada de villas. Muchas villas por todas partes. Había muchos caballos sobre el pasto y gallos en las terrazas de las casas. Andaban como si nada. Baldíos y más baldíos se sucedían en forma de canchas de fútbol. Usualmente, los entornos de las estaciones ferroviarias suelen ser lugares céntricos, urbanizados. Pero estábamos lejos de la lógica de los primeros cordones del Conurbano. Nos encontrábamos más cerca del campo que de la ciudad. Todo era distinto. 

  Hablamos de la locura, el trauma que puede generar la alienación, Foucault y el modo aleatorio en que opera el Panóptico. Era la deriva de todos nosotros. Comentábamos el paisaje de calles de tierra, casas de cartón y gente con la mirada extraviada. Nos sentíamos dichosos por saber. Saber es poder. Decíamos pavadas de este tipo y estigmatizábamos a los pobres para amarnos mejor. En el fondo, sabíamos bien que éramos unos hijos de puta con pretensión de ocupar un lugar en la burguesía.

- Alan, Hobbes dice que el conocimiento está reñido con la bondad. Uno desea saber para dominar al otro. Uno quiere poder.-

- Sí, por eso San Francisco fue intelectualmente mediocre, igual que el Papa Francisco, en comparación con Benedicto. -

- Muy buena comparación. -

  Entre charla y charla, llegamos al objetivo. Encaramos la peatonal de un humilde distrito bonaerense. Sin vacilaciones, nos metimos en una librería bien puesta del lugar. Un amigo y yo nos dedicamos a llenarle la cabeza de preguntas a los vendedores. Los pilares de la tierra y otros ladrillos iban desapareciendo de las estanterías para aparecer, como por arte de magia, en la mochila de los otros dos vagos, los hijos de abogadas. Milagro de la mechería lo nuestro. Una vez consumado el hurto, nos fuimos a deliberar un nuevo plan de acción. Nos hundíamos cada vez más en el Conurbano como si fuéramos un cuchillo que se clava en lo profundo de una carne débil, una carne victima del dolor y de la vida que se hace muerte a fuerza de sangre perdida.

- Así como en el Código Penal existe la figura de "hurto famélico", tendría que existir la figura de "hurto intelectual". Algunos roban para comer. Nosotros robamos para leer. O para que otros lean a menor precio. Es por el bien de la cultura que hacemos esto. - Dije este breve discurso en medio de la aprobación de mis cómplices.

  En verdad, robamos por la aventura. Por lo menos yo. Los hijos de las abogadas hacen dinero para subsistir con esto. Sin embargo, creo que es más el placer de lo desconocido que el afán de vil metal el que los hace ponerse en contra de la sociedad y las leyes. La transgresión. Es cierto que roban mucho y muy bien, pero tampoco ganan mil euros al mes con este curro. Así que queda clara la veta de rebeldía en este acto maldito desde hace siglos: robar. Robar para nosotros fue una forma de conocernos, de pegar una amistad, de tener buena onda.

  Una vez consumado nuestro primer hecho del día, decidimos ir por más. Nos fuimos todavía más lejos, bien lejos. Nos internamos en el Conurba en uno de esos colectivos cuyo número de línea está más cerca del mil que del cien...

  Nos perdimos, nos consumamos, nos consumimos. Y el gusto de la nada quedó en el sinsabor que trae el pecado. No hablo desde ningún lugar sino desde el aburrimiento que da la vida del desocupado, la vida del que se hace ladrón para escapar a la fatalidad de tener que esperar la muerte sentado y sin hacer nada...

Sinsabores

  El que tuvo un mundo a favor y otro mundo en contra, ese puede tener el universo a sus pies. Digo lo que digo porque ando perdido en el mundo con la mirada dilatada a ambos lados de la vida. Veo la gente grande en sus gestos mezquinos, veo los globos que salen de las cabezas de millones. El gentío aplasta sus tripas contra las tripas de otros en las calles putas de una moral sin fondo y sin moral. Estoy atento a todo. Veo cómo el sol se funde y se hace uno en las veredas brillantes del Plata. No hay vidrieras. Solamente hay muros eternos y marcas de una configuración incalculable de la persona humana. Todo está embotado en una realidad sin pausa ni misericordia, como si Dios no existiera (el como si de nuestro tiempo consiste en fingir que no hay nada por arriba de nosotros). Nos hundimos en la nada, poco a poco. Pero el alma consigue salir de esa vanidad de marchitarse para mostrarse como una flor sensible al éter, al espacio y al rocío de la noche.

  Los vapores queman todos los motores del atardecer porque las fieras arrancan sus lechos de fierros retorcidos en trompadas calientes. Llueve el cielo para que se muera esa mujer, porque esa acera no es para él. No hay suicidios posibles cuando ni siquiera se está vivo. Todos se matan, todos se parten el cráneo contra otros cráneos. El cabezazo como forma atávica del suicidio. El instinto animal no es más que la explicación racional de la existencia del demonio en todos nosotros. ¿Y por qué será que en algún lugar se insinúan los misterios del campo sin haber salido del todo de la ciudad?

  Y pasa que en mis sueños se reconfigura todo el espacio urbano: los trenes arrollan las distancias infinitas para perderse en túneles de los cuales saldrán más airosos todavía. Los túneles corren como arterias llenas de sangre debajo de un cuerpo joven y bonito. El mundo está vivo en esa ciudad de ensueño que me construyo todas las noches. 

  Y bueno, hay veces que el sol se mezcla con la lluvia en un maná imposible de saborear para los negadores del espíritu. Nada se puede hacer salvo disfrutar con alegría inconmensurable ese plato supremo de esperanza celestial. Mientras sobre la fe, sobrará el aguante. Porque mejores días vendrán siempre y cuando aprendamos a vivir la vida con éxtasis y locura de misterio. Nuestro primer horizonte es siempre el más peligroso. Lo que está más allá nos dará la respuesta, todo aquello que va delante de la línea final de nuestros ojos contiene la verdad finita que nos llevará a rodar cada vez más lejos, cada vez más lejos...

  

lunes, 16 de noviembre de 2015

La continuidad de la ruptura en el "Diario de Manhattan"


  En la primera parte, http://surferpunks.blogspot.com.ar/2015/11/los-otros-yo-una-lectura-personal-sobre.html, analizamos Nosotros dos, de Néstor Sánchez. Ahora veremos cómo "Diario de Manhattan" representa, de alguna manera, una continuidad en ese proceso de ruptura de la propia vida, del arte, la cultura y la escritura. "Controlar en todo lo posible el escándalo de lo que insiste en describir, y padece casi con saña los estímulos infames de todo orden." Dicho de otra forma, hay una voluntad de no escribir, escribir sin escribir. Es curioso que el texto, incluido en La condición efímera, sea tan poco descriptivo en un lugar que, a priori, da para mucho. Es obvio que el formato del diario es introspectivo por definición. Sin embargo, no vemos ninguna interacción casi, poco contacto con el mundo exterior. Porque, usualmente, la subjetividad en estos formatos íntimos trabaja con el afuera, "filtra" la experiencia. Pero acá prácticamente no hay experiencia con los otros. No hay amor, no hay sexo, no hay peleas; no hay conflictos, amistades, anécdotas. Estamos, como se sabe, ante la historia de un tipo que quiere conocerse a sí mismo en una ciudad gigantesca, Nueva York. Un tipo espiritual en la capital del materialismo. El conflicto está con el entorno. Por eso se lo ningunea. 

  Desde Nosotros dos está la idea del viaje, de la distancia. La separación es la regla. Los amores son pasado. Los vínculos son débiles. Las mujeres ofrecen su cuerpo por dinero para que él viva. La nada misma. Santana resulta abatido en Bahía Blanca. "Y no fuiste a la vida, no desperté drogado en un país extranjero". Dice en la novela. No se sabe si fue drogado o no pero habría de despertar en un país extranjero. Y pasaría en el exterior muchos años. Néstor Sánchez emprende una suerte de "suicidio ascético" para que quede de sí lo mínimo, es un minimalista de la vida. Renuncia a todo: mujer, hijos. Renuncia a su patria. Y se expone al peor lugar que puede haber para un ser espiritual: una megaurbe. La finalidad de someterse a semejante régimen circundante es aferrarse más a uno mismo. Pero Sánchez no se queda con cualquier yo, intenta cambiarse todos los días, ver el mundo de otra manera; aprende a usar la mano izquierda, evita cruzar las piernas, evita poner las manos en los bolsillos. No nos dice "estoy viendo la Estatua de la Libertad". No la nombra. Tampoco habla sobre Broadway o Wall Street. Mucho menos del Empire State o las difuntas Torres Gemelas. Menciona al río Hudson a la pasada. Nombra a Harlem, el barrio negro, la oscuridad. Pero es muy vago todo lo que escribe. Podría haber expuesto en toda su magnitud la grandeza edilicia de New York pero se queda en su proceso de reconversión. 

  Curiosamente, otro que no dejó grandes impresiones sobre USA fue Céline. El narrador, preferimos hablar de "narrador" para Viaje al fin de la noche en lugar de "autor", cuenta que no aprendió a hablar inglés. Y escribe sobre una serie de trabajos como empleado de limpieza nocturno. Muy poca experiencia en el país. A su vez, resalta la potencia sexual de las mujeres americanas, cosa que Sánchez también hace pero desde el ascetismo, desde la crítica a la voluptuosidad. El francés, en cambio, es un apasionado del sexo, un devorador de señoritas. Nuestro autor, al contrario, no cuenta de ningún encuentro en el "Diario de Manhattan". 

                                                                                                                        domingo 8

La motricidad del americano medio (marcado a fuego por alimentación artificial y un deporte de violencia y crueldad sin límites) ha perdido todo atisbo sensitivo. En su rudeza de base, en su guaranguería, se delata la presión del furor egoísta que signa la vida comunitaria. El sexo, en su nivel animal más bajo ¿participa en aniquilarles la emoción?
Por el mismo motivo, la gran mayoría brinda la certeza de que nunca podrían presentirse sus asociaciones estables, sus preocupaciones más simples. Aparece un estado de ruminación hosca, intrigante, que parcela en el acto. Han renunciado por completo al interés por el prójimo.

   Sánchez se muestra siempre distanciado de la mujer. Parece incapaz de querer, de establecer vínculos estables. Esto según lo que leemos de él. No hacemos biografismo. Notamos una imposibilidad en el amor. También en el sexo. No parece un tipo sediento de carne, un lujurioso. Hablar de misoginia no sería correcto. Él es un misántropo, en todo caso. Porque está alejado de la humanidad en su conjunto, no de las mujeres en particular. "Ante la inconstancia neurótica, ninfómana, de la mujer americana, un cantor de tangos algo responsable tendría que suicidarse en escena." Vemos que la crítica que hace de la sociedad americana, del capitalismo en general, lo mismo que en el caso de Céline, nacen del conservadurismo, no del Marxismo o alguna tendencia similar. El autor francés critica a los Estados Unidos desde un nacionalismo francés exacerbado. Además, se saben los pensamientos que iría adoptando con el correr de la década del ´30. Sánchez critica Nueva York, entre otras cosas, por la "homosexualidad militante", lo que hoy el Papa llama "lobby". Es decir, en el escritor argentino hay cierto Catolicismo residual que lo lleva por ese camino.

                                                                                                                              sábado 21

Hasta en los sitios casi sin acceso, a cada instante, la circulación contundente de los automóviles de la policía. Sacerdotes por lo general gigantescos, temibles, del dios dólar omnipresente mencionado en cada diálogo, en cada amago de diálogo.
También custodian, según parece: tráfico de drogas, prostitución, travestismo profesional, ciertos robos, el crimen permanente, la impiedad.
Conquisté un par de guantes de lana.

  Como dijimos, vemos una crítica de tono moral, una crítica más cristiana que marxista de la sociedad. Algo así como decir que "el dinero es la raíz de todos los males". Permanentemente se condena la usura. Se podría leer esto en clave de Ezra Pound. Y del ya mil veces nombrado Céline, el cual también es muy critico para con el capitalismo. Sánchez parece repetir, con otras palabras, que los tres enemigos del cristiano son el mundo, el diablo y la carne. Por eso, se aleja cada vez más de su época. En ese quitar de sí mismo todo lo ajeno a su alma, termina desgarrándose, como aquel al que le amputan un miembro enfermo. Pierde la familia, la Patria y el barrio con tal de seguir su Evangelio, su locura, su delirio místico.

 "Se nace, diríase, a causa del efecto de la cerveza impasable en un muchacho cargado de taras." No consigue explicar la razón de por qué estamos acá. Ante el sinsentido, inicia una búsqueda. Y, como quien renuncia a tener hijos por algún tipo de voto, critica a los que lo hacen cuan Tolstoi de hoy. "Y vuelve a parecer mentira poder afirmarlo en este planeta vergonzante: imposible algo más fácil que otorgar vida. Nada menos que vida." Así como le cuesta encontrar la razón de muchas cosas, no deja de sorprenden el énfasis que pone en el concepto de vida. "Cuando un hombre empieza a trabajar en sí mismo, todo le habla." Al no poder hallar en los otros razones validas para entender el mundo y el misterio de por qué vinimos, se concentra en sí mismo, trabaja en su cuerpo a la espera de signos que le hablen de otras realidades.

  Este monje urbano no se gasta en cortarnos lo que lo rodea, qué pasa a su alrededor. La literatura se va estanca en una página vacía. Solamente hay resto para contar el viaje interior. La interioridad parece ser un confín de silencio y reclusión, una celda de clausura y recogimiento. Lo literario va cediendo poco a poco a la disciplina monacal, a los ejercicios espirituales. Las imágenes de lo externo son frías: "El sol sucio ayer contra la nieve seca y sucia durante el largo mediodía. Y todo ese espeluznamiento si se quiere repentino de ausencias." ¿No es raro "sol sucio"? La negación de la luz del sol es algo extraño. Lo mismo que hablar de nieve sucia. Si la luz del mediodía se desprecia, imagen poética por excelencia de sentimientos claros y apolineos, ¿qué queda entonces? El retiro espiritual. 

 "Si me viese obligado a comparecer, ya me consta, entre otros factores, la inutilidad denigrante de lo que llamamos cultura, el despropósito que se nombra educación." Una vez más, Néstor Sánchez rechaza al mundo moderno. No lo apoya en lo más mínimo. Es, tal vez, un "antimoderno", usando de referencia a Antoine Compagnon. No le gusta lo que se da en llamar "cultura". Tampoco suele referirse en demasía al mundo libresco. Y si lo hace, es de mala manera:

                                                                                                                       martes 10

Escarnecen las librerías con su iluminismo misérrimo: toneladas de papel impreso nada más al servicio de la atrofia del discernimiento colectivo. Cantidad en lugar de calidad; el como si. Olor a tinta ácida, libros huecos, sin peso; ni siquiera el cuidado relativo de la edición para atemperar en algo lo epidémico. Y en cada local la evidencia ominosa, funesta, de un psiquismo que se autogestiona y adquiere en complicidad.
Mientras tanto los mass-media llegan a producir el deber instantáneo de aullar.
 
    En conclusión, Sánchez construye una poética centrada en sí mismo, en su vida interior, en el rechazo que siente por lo que lo rodea. Se muestra apático, distante para con el mundo. No parece interesarse por nadie en especial. No es materialista, no le importa el dinero. Se limita a su vagabundeo, que se ve consagrado en "Diario de Manhattan", y que se muestra por vez primera en Nosotros dos. La escritura se exhibe en un proceso de descomposición, anulación, perdición. Finalmente, la nada, el silencio. 

sábado, 14 de noviembre de 2015

Los otros yo (una lectura personal sobre Néstor Sánchez)

  Allá, a lo lejos, "la dueña del porvenir sin estruendos". ¿Cuál es "el porvenir sin estruendos"? ¿El autor, sí, hablo de autor y no de narrador, no quiere un futuro de sosiego, de vida familiar. Huye de la vida de ferroviario, de la herencia paterna. La Polaca lo acompaña a renunciar. Huye siempre de los demás para ir a lo más profundo de sí mismo. Paradoja: muchas veces se aleja en los trenes que debería haber administrado. Siempre un andén: Mabel en Chacarita o en Villa Urquiza; Clara en La Lucila o en Banfield. Siempre los trenes. Once, la escuela, el pool. Caballito, el baile, la seducción. Villa Crespo, el tango. Olivos y Rosa, la meretriz. Avellaneda, a la noche, crónica de una evasión de las suyas. Otra huida: Santana hacia el Sur, para luego caer abatido en Bahía Blanca. "Juntos todavía los dos en las noches intransitables del sur".

  Tal vez los extranjeros, o los desconocedores de la geografía porteña, y de la geografía de nuestros alrededores, no puedan valorarlo en su justa medida pero hay un fenómeno curioso en el texto que estudiamos, Nosotros dos: se recorren grandes distancias de norte a sur y de sur a norte. Se habla de la casa del Tigre. Se habla del Centro, de Congreso, de Banfield. Hasta se nombra a Ramos Mejía, en el oeste. Palermo aparece entre los sitios mencionados. ¿Es, tal vez, la prefiguración de la "errancia" que habría de acompañar al autor durante el resto de sus días? La estabilidad no viene nunca. Las prostitutas, con su carga de calle, ocupan un lugar importante. Los negocios se ven turbios. Hay un atmósfera arltiana en esa pensión de Flores, en toda la miseria circundante, miseria material y miserias humanas. Dicho sea de paso, se lo nombra a Arlt en un momento. También se da otro hecho interesante: la situación incomoda de ser mantenido por una de aquellas que ejercen "la profesión más antigua del mundo". No podemos evitar acordarnos de  Viaje al fin de la noche, donde se cuenta, entre muchas historias, la de la generosidad de una señorita muy predispuesta, una americana que mantiene al francés en los Estados Unidos y que casi no lo deja trabajar. La Polaca, con ese aire extranjero, lejano, nos hace pensar en Arlt y Céline, aunque parezca extraño y descabellado. En Néstor Sánchez tenemos nombres españoles e italianos pero también aparecen los apellidos "raros". La literatura suya es cosmopolita y bien argentina al mismo tiempo, tal vez porque nosotros tengamos mucho de foráneo por más barro que haya debajo de nuestras suelas.

  Hacemos una confesión: dudamos un momento acerca de si Sánchez leyó a Céline o no. Lo leyó y, como si fuera poco, lo tradujo (Muerte a crédito). A partir de ahí, se puede hablar de una escritura de la ruina, que lleva a los Beatnik y, más adelante, a Bukowski. Pero ese es otro tema. Nos quedamos con nuestro autor argentino. Y nos quedamos con el concepto que acuñamos recién: "Escritura de la ruina". Hay una vocación de no quedarse en ningún lado, por más que se esté bien. Eso mismo hemos notado en el autor americano y en el francés. Hay una tendencia inexplicable de errar; de errar en tanta vagabundeo y de errar en cuanto a lo moral, a las decisiones de vida (siempre y cuando nos pongamos del lado de una postura medianamente conservadora. Sin embargo, ellos mismos son los que recalcan lo estrafalario de sus existencias).

 "La cultura por largos momentos era esa mujer con el pelo suelto bailando una rumba frente al gordo desvalido en el centro del salón, buscándola a manotazos, la puta cultura en el Palermo Palace levantándose la pollera, alzando los brazos para dejarse agarrar sin dejarse agarrar". Vemos el desprecio relativo de la cultura. Sánchez no sacraliza nada. No se queda con Clara. No se queda en ningún lado. Ni siquiera se puede decir que ame el arte. Y con la escritura mantiene una relación muy extraña. Su prosa es desordenada, relativamente difícil de entender. Salta de primera a tercera persona con una facilidad pasmosa. Va con los ojos abiertos a su final. Dice: "La gente que se separa elige empezar a morirse". Es consciente. No le importa. Se deja llevar por un instinto de fuga, un anhelo inexplicable de distancia y alejamiento. Así como hay amantes de los casamientos, él es apóstol del divorcio, es un rupturista en cualquier sentido de la palabra, es alguien que siempre rompe. Rompe con todo. Incluso con su vida. Es vanguardista de sí mismo.

  Dice "mi repetida falta de trabajo". Es un tema clásico de la literatura, y más de la literatura argentina, la idea del escritor desempleado. El Arlt de El juguete rabioso no conoció más estabilidad que la de vivir de sobresalto en sobresalto. Contrariamente a lo que uno podría creer, es relativa esa imagen popular de "antes había laburo por todos lados". Ya que los nombramos antes, Bukowski y Céline no fueron tampoco grandes trabajadores. Un empleo estable significa horarios, rutina y cierta pesadez. Pero también significa alimento, seguridad económica y cierto orden en la vida. Dicho sea de paso, Sánchez nombra a Rimbaud, otro tipo errante, tal vez el padre de los poetas prófugos.

  "Y toda la ropa en una misma silla". Sorprende el estilo que tiene Sánchez para hablar del sexo y de situaciones complejas como la primera vez en un parque público. Incluso sale airoso cuando habla de prostitutas que lo mantienen. Es un boxeador del estilo. Pero así como esquiva el golpe bajo, así también elude las responsabilidades. Construye una poética en base al viaje, al irse constantemente del lugar siempre circunstancial que le toca. "Y no fuiste a la vida, no desperté drogado en un país extranjero." Sin embargo, habría de irse alguna vez y por muchos años...


  Algunos le dicen "seguís sin encontrarle un lugar estable a la alegría". Eso no existe para él. No hay lugar estable. Y no hay alegría. No existe esa alegría enferma de Arlt más grande que la iglesia de San José de Flores. Clara le dice "todos esos seres tristes sos vos". Y él se va, siempre se va. No se traza otro camino que hacerse un camino al andar. Y se va...

domingo, 8 de noviembre de 2015

Sueños locos XLV (Futuros)

  Armo la escenografía media gris porque no puede ser de otra manera. Bien la querría naranja pero no se puede todo en la vida. Veo fragmentos, cuadros dentro de un cuadro raro, un cuadro que se desvanece hasta hacerse ocaso, ocasión del pecado de aburrimiento, vanidad de un bobo. Un sol suave entra por ventanales de antaño. Lentamente, el alrededor apático va tomando forma. El edificio público cobra vida a medida que la cámara se acerca a los personajes. Se empezó por la apatía de un recinto cualquiera pero se llegó a la vida de dos jóvenes que se miran, se miran fijo. 
 
 Los colores estallan de repente: se ve verde, blanco, rojo, negro, azul. Las paredes de la "Escuela Universidad Estado Gobernación" se van al anaranjado de una mañana colada en un atardecer suspirado por una chica muy ella. La jornada se hace recuerdos, emociones de un mar pomposo que vive en esos abrigos tan estrafalarios. El frío es suave porque es impuro: está mezclado con la sangre del sol. Es un viento mestizo que intenta vanamente preocupar a las viejas muertas por adelantado.

  La señorita se da vuelta un instante y mira fijo al vacío con ojos verdes que vuelan más allá del yo. La cámara le toma la nuca blanca, pálida, despejada; el cabello castaño claro, dividido en dos por una raya perfecta que obra como bifurcación: los hombros reciben los pelos sueltos y lacios, revueltos en las puntas, rulos incipientes al final. No se lo ve al muchacho. Pero se ve lo que ve él, ese botín de lujuria vampiresca. Los dos de pie, dándole la cara a la nada. Alrededor de ellos y ese abrazo imaginario, un mundo congelado, un desierto contenido entre cuatro paredes y un techo alto. Baldosas rosadas, escaleras de pasamanos marrones de madera a lo lejos, de manera laberíntica. Algunas bibliotecas opuestas por diagonales y un amplio salón principal abandonado a sí mismo.

  A medida que veo la película, me doy cuenta de que el lugar tiene que ver con un pasado poco feliz. Las personas tienen que exorcizar el mundo para hacerlo uno con el cielo. Sigo comentando el film: ella ahora se da vuelta. Se están por despedir. Se miran fijo, con casi nada de distancia entre sus bocas. Pero la despedida queda trunca: la joven voltea como si se hubiera olvidado algo allá al fondo, donde termina el corredor que va del salón central a un ventanal gigantesco de vidrio que regala una avenida verde, frondosa, viva de árboles y bicicletas extraviadas.

  Él le toca el hombro para despabilarla, ella gira repentinamente y le da un beso inesperado. Él no puede ni quiere rechazarlo. Pasan algunos segundos y los labios siguen fundidos en un dibujo espectacular, escultural. La película tiene una música muy rara, como una mezcla de clásica y pop muy suave, que en verdad no es pop. Los violines están de fondo pero sin esa alevosía morbosa que caracteriza a las producciones masivas. Lentamente, empieza a inmiscuirse el silencio. El volumen va bajando en una transición limpia y ordenada. Suben las pulsaciones. La cámara enfoca los ojos vivos de la besadora y roza de costado el rostro del besado amedrentado. Instantes después, es el chico el que es enfocado en un primer plano que lo muestra junto a la nuca de su amada. Ya no se besan. Se abrazan fuerte. Ella viste un saco de fondo blanco con flores y plantas de colores varios; lleva un pantalón negro que le hace muy linda la cola. Para cortar con la sensualidad de su culo de ensueño, chatitas celestes. Una camisa verde manzana completa su cuerpo despojado de tetas. Él luce como un leñador en cuanto vestimenta pero se nota en la serena expresión del rostro que jamás ha matado un árbol y que come carne con gran remordimiento: se lo ve radiante pero reflexivo en el fondo de esa mirada tan llena de alma, de almas, de Dios...

- Te amo, lindo.-

  Una caricia suave anestesia el rostro del varón de pelo largo y barba con algunos pelitos colorados. No puede creer que ella le haya regalado instante tan hermoso. Se queda sin respiración. Sonríe como un idiota. Los ojos, también verdes, se le ponen vidriosos. Se le quema bien roja la cara. Se siente mal. Ella también. Se desesperan. Se matan en un abrazo violento. Se asesinan en la desesperación de no poder expresar lo que sienten.

- Hacía mucho que esperaba esto, estoy contenta a pesar de todo. -

  Él hombrecito sigue absorto. Ella sonríe. Él devuelve gentilezas y esboza una sonrisa digna de comercial de pasta dental. Se toman de las manos como si apoyaran sus palmas en una pared que no existe. No hay muros de miradas ajenas que pueda separarlos. Nadie. El tiempo es cada vez más perezoso, como si el reloj de la vida hubiera sido martillado por Dios para que estos dos tuvieran una razón para reír. De manera elegante, la alegría se va apagando como un fuego que se muere por falta de alimento. Se escucha una ráfaga que surca el suburbio, afuera está de sol pero no es más que un día que se esfuerza por mostrarse fuerte como esos agonizantes que intentan reflejar vitalidad en actos desesperados. La tarde siempre brilla con lo máximo de sus fuerzas cuando está por marcharse: quiere morir dando puñaladas a los ojos incrédulos de los millones que la explotan. 

  La tarde está de sol, la tarde está de sol... Saben que van a estar mucho tiempo sin verse. Son amigos que nunca antes se habían besado. Cada cual tiene que seguir por su lado. No estaba previsto pero esta ocasión de ahora será su despedida. Pasará algún tiempo para que vuelvan a encontrarse. La música crece en este momento. Ella se siente feliz de haber hecho feliz a su admirador más devoto aunque una culpa le ronda la conciencia y el corazón. Él está todavía bajo los efectos de las drogas de ese beso que luego habrá de ser abstinencia. Ahora se besan en la mejilla. Conservan la apariencia de una amistad normal, sin sobresaltos. Ella va hacia el ventanal como si fuera un fantasma que puede traspasarlo, va hacia el sur. Él encara la puerta grande, hacia el norte. Ambos miran hacia atrás, no pueden evitarlo. Se miran. Se sonríen y se intercambian imágenes de lágrimas silenciosas. No pueden más. Quieren volverse a abrazar pero no deben. Tienen que separarse, ir cada uno por su lado. Se van apartando lentamente el uno del otro. La película termina con él caminando triste y contento a la vez por una cuadra de casas bajas y árboles gigantes. Queda una ausencia flotando. La tarde está de sol, la tarde está de sol, la tarde está desolada...

jueves, 8 de octubre de 2015

Sueños locos XLIV (tarde triste de domingo)



  La tarde de domingo frente al partido de River sobre la mesa: la PC me mostraba la aburrida derrota 2 a 0 ante Gimnasia. Horrible, amargo. Un equipo sin alma dentro de la cancha, allá en La Plata. Un atardecer de mierda, sin nada para hacer y con poco para lamentar: el fútbol y... El fútbol y nada más. Bastante bien por ser yo un argentino más. Pasa que vivo en la cresta de la Ola Naranja, con fe, con esperanza y con mucho optimismo. Todo está bien. Pero matan de hastío esos encuentros modorreros de piernas flojas, falta de huevos y poco sol. Para colmo, sin hinchas visitantes. Las tribunas se vuelven grises, muertas, sin la presencia del contrario, del otro. Todos necesitamos un demonio para creer en un dios mejor. Si no tenemos un adversario, nos morimos del cansancio que genera alentarse a sí mismo. Esto de ser hincha de tu hinchada te liquida la pasión.

   ¿Entienden lo que es el final de un campeonato que no se está peleando y que encima termina en derrota, sin huevo, sin fútbol, sin hinchas visitantes, sin nada? Perdón si soy reiterativo pero es parte del alma nacional ser machaquero con los cantitos de hinchada y los versitos obsesivos. Bueno, ¿saben de qué hablo? Hablo de cero a cero embolantes o de golpes humillantes. Como ese partido en que caímos goleados en Lanús, allá por el 2013. Son domingos tristes, grises, fríos. Domingos para el olvido salvo por el abrazo caliente de esos guisos inexistentes afanados a la imaginación o al recuerdo. 

  De la nada, ante tanto fastidio, abrí otra pestaña, otra ventana al mundo, ahí en el encierro de mi living prestado. Le escribí un mail a mi dulce Virgen Atea. "Querida amiga: quiero que sepas que siento una gran melancolía, que te extraño y que no veo la hora de verte pese a que nos vimos el jueves. Te quiero mucho. Más que mucho. Y no digo más para no hacerte sentir incomoda. Sos madre, hermana, amiga, consejera y hasta una suerte de novia pero sin amor carnal. Me encantaría casarme con vos y tener una familia. Admiro todo lo que sos y me excita imaginarte en, bueno, nada. Me parecés muy sensual. Desearía hacerte mía para siempre. Esto que te escribo no es con mala intención. Sé que no soy digno de tu hermosura. Ya que parece que difícilmente llegue a vivir en tus brazos, dame el gusto de morir abrazado a vos. Sólo eso te pido. Quisiera irme de este cuerpo aferrado a tu delgadez angelical.  Nunca voy a olvidar todo lo que hiciste por mí. Nunca habrá en mi vida mujer más importante que vos. Tu aura me va a perseguir siempre. Por eso, la soledad será mi refugio ante la imposibilidad de que aparezca una estrella más brillante, y ante la imposibilidad de que me cedas tu cariño. Bueno, nada, nos vemos en la semana. Alan."

  ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué ese ayer? No sé. No se ve. Pero se siente. Me levanté apesadumbrado y la sentí como nunca, soy un solo corazón con ella. La sentí mal. Supe que estaba mal. Me pregunté cómo hice para descubrirlo, aparte de mi don de clarividencia ("DDC"). Y tuve una respuesta reveladora: River representa los problemas de mi vida, que son relativamente pocos, la computadora es la mente y ella es la posibilidad de una melancolía que me ha sido negada dada mi predisposición natural a ser feliz. Interpretaciones de la nada, casi como una melancolía impersonal. Esperemos, Dios mediante, que todos estén contentos y que la realidad sea benigna con cada uno de nosotros, independientemente del mundo de los sueños, mundo que es buena parte de mí.

viernes, 2 de octubre de 2015

Sueños locos XLIII (Tal vez mañana)




 Empieza el mundo, mi mundo...

 Una madre discute con su hijo. Es lo primero que veo a lo lejos. Una tipa medio gorda, de pelo teñido de amarillo y cachetes caídos como bolsas de amargura, hace gestos tontos y agresivos. Ojos pardos y boca fina. No para de insultar al muchacho. Una loca a cuadros. Vestida de negro como si su vida entera fuera un velorio. Y ahí está el flaco, un rubio apagado de ojos verdosos. Es de noche.

- ¿A vos te parece que gastes tu tiempo en leer la novela de este pelotudo? -
- ¿Qué de malo tiene, vieja? -
- ¡"Vieja" las pelotas! Soy tu madre. -
- ¡Basta! Estamos en la calle. Sé una mujer normal. -

  Se abre frente a mis ojos un mapa amarillo brillante con todas las calles de los barrios burgueses de Buenos Aires. Barrios que no son Recoleta o Palermo, pero tampoco Boedo o Caballito. Hablo de Villa Urquiza, Villa Pueyrredón, Villa Devoto, Versalles y toda esa onda. De repente, vuelve otra vez  la discusión, las calles negras, la noche, la nada y el agitarse del viento detrás. Corre el silencio como para que resalten más las dos voces del desencuentro.

  La vieja empieza a corrernos. Quiere golpearnos a los dos. Es muy gracioso. La madrugada se agita. Vamos para General Paz, o para cualquier lado. Vamos. La loca grita que me quiere denunciar por mi novela, novela que todavía no escribí. Grita. Grita y revolea los brazos contra el cielo como si quisiera pegarle piñas a las estrellas.

  Me desperté sobresaltado e hice pis en la botella que tengo en mi cuartito, en lo alto de la torre, lejos, bien lejos de mi princesa y de su príncipe rubicundo, de ojos mar y mal. Lindos los dos, linda ella y lindo él. Imposible de reflejos que se queman contra el cristal para tener hijos de polvo, simulacros de otros mundos difíciles de hallar.

  La botella quedó llena de un líquido amarillo que tenía adentro, un mar de té que se me revolvía en los sesos para que tuviera pesadillas. Todo tiene que ver con el orín, el sol y los intestinos. Todo revienta en los huevos como tambores que se tocan bien fuerte. Las hormonas. El celo y la desesperación animal.

   Eran las 4 o las 4:30 a.m. Me sobresalté al ver que mañana es hoy, dentro de unas horas. La lluvia ya había cesado. Sentí pánico. Luego reí al saber que podía ser una dulce premonición: alguna vez podré escribir una novela para alegría de los jóvenes y odio de las viejas a las que tanto odio, viejas que me llamarán "pelotudo" y que me amenazarán con denunciarme. Hermoso. Soñar no cuesta nada. Sólo tener la vejiga llena.

martes, 15 de septiembre de 2015

Ensayos

  Canta, canta, canta. Cierra los ojos y canta. La voz suave se vuelve cada vez más tierna. Pero se detiene un momento y dice "buenas tardes" con cierta sequedad, con la aspereza propia de la criatura que asciende al cielo con los ojos cerrados. No disfruta del paisaje. Pero se oye a sí misma, feliz. Siempre feliz. Pero es una felicidad sobria, no soberbia. Una felicidad simple, despojada de artificios y exageraciones de alegrías explosivas. Se habla de implorar con una mirada que no ve la satisfacción del prójimo. Se da vuelta la hoja. Entonces llueven pampas sangradas, oídos envueltos en almíbar y perfumes de besos guardados en el cajón de los que no están muertos.

  Hace dos noches sentí que hay una parte del alma que está directamente conectada con Dios. Pero el resto del nosotros más íntimo está bien metido en el cuerpo, casi como una fatalidad sin suerte...

Grados de fracaso e irrealidad



 La imagen se descompone. Se deteriora la información. Alrededor de mí, la podredumbre de lo que se almacena como datos, como un conjunto de luces y colores. Agonizo a los pies de una caridad risueña, buena pero egoísta en algún punto, diabólica. Veo las botas y las quiero caminantes sobre mi cabeza pero no soy merecedor de esas entregas. Soy como la mierda que debe ser rápidamente arrancada de la suela. La dama me deja ahí, pegado al cordón. Soy el sorete que queda como testimonio del esfuerzo intestinal de un perro. Me veo en el techo, esa mirada turbia, mirada que turba mi conciencia con el anhelo de escribir La generación del eterno presente. Quiero probar en un texto cómo se gesta un hoy posible, perpetuo, insoportable. La idea perturbadora de que somos nuestros propios padres, hijos, abuelos y nietos. Nos vemos estirados en el espacio hacia atrás o hacia adelante. La muerte no existe. Somos masa elástica, chicle de un chiste que no entendemos pero que nos hace masticar la rabia y escupir la sangre. Creemos que morimos. Pero no morimos. Seguimos siempre. Tampoco reencarnamos. Simplemente estamos. Siempre estuvimos acá. Desde hace siglos. Pero no pasaron siglos. Hace diez segundos que comenzamos a girar la ruedita como conejillos de Indias.

  La verdad es que creo en una cosa muy otra de la que dije. Pero le miento al tiempo para ver primero, para eludir la responsabilidad de tener que ser el único que soporte el Evangelio. Hay un Libro sobre la muerte en las fábricas, los negocios y las alienaciones urbanas. Ya no hay campos. Somos todos tontos, ciegos, malnacidos. Nos hicieron mal. Nos equivocaron. Sí, nos equivocaron. Nos nadaron la cabeza con bailes de los que no tuvimos parte. Quedamos ahí, tirados de resaca y veneno; ensartados por la verga que no vamos a disparar jamás, por lo menos no en esos tiroteos soñados y bajados a unas pocas pulgadas de ilusión acrílica y ácida.

  No nos ven. Nos perdemos. No hay cuento ni personajes. Hay entreveros, reveses, fortunas, extravíos y deberes. Palpito mi muerte. Soy consciente de que soy un cuerpo finito, perdido en unos pocos días de la eternidad, en una vida. Tengo miedo. En cualquier momento puedo ser reducido a cadáver. Soy paranoico. Me veo desnudo, desprovisto de todo, abandonado.

  Lloro al pensar en vos. Te recuerdo como mi verdadera madre, esa que puso sus mejores polvos para lograr mi supervivencia, mi integridad toda. Te amo. No sos mi sangre pero quisiera morir mi cuerpo en tus tetas vacías, imaginarias, ausentes; tetas que que por eso son más deseables, como el cielo para aquellos que penamos acá. Sos la forma del deseo, de lo que uno pone o quisiera poner. Delicada. Estás en tu alma, estás en tu alma. Sos tu espíritu, tu espíritu. No otra. La imagen es un paréntesis en el espacio. ¿Querés que te cuente algo? Lloro por dentro. Son comunes estas frases, frases usadas como profilácticos, acabadas en boca de todos y todas. Pero no tengo manera de decirte que mi consuelo siempre es pensarte en mis brazos, recostada a un costado. Te hago objeto de mis ojos. Te veo. Te desnudo. Te miro. Me largo a llorar. Te vuelvo a mirar ya con los ojos reventados en agua. Te pido perdón por algo que no hice. Llega tu consuelo. "Alan, no me hiciste nada. Déjate de joder". Me siento invadido de felicidad. Te arranco una sonrisa al reírme primero. Vivo más vivo que nunca. Estallo en una angustia de semen y llanto. Te monto. Te obligo a complacerme. Te tumbo boca abajo. Soy la tumba de tu voluntad. Te someto. Tu pecho se hace uno con el colchón. Te lleno la entrepierna de mí. Acto seguido, te muerdo la nuca, te beso, te agradezco, lamo tu orejita y te invito a seguir. Me tomás de las manos y le das calor con tus pechitos. Solamente puedo mover el tronco dentro tuyo. Gozás con una esclavitud consentida. Te toca a vos. Te incorporás. Me mirás fijo, me ordenás que me quede quieto, subís y te agitás encima de mí. Ahí viene tu descarga de gritos. Nos abrazamos. Lloramos de vida, de agonía, de dolor y de miedo a que esto no dure para siempre. Nos aferramos desesperados el uno al otro. Nos matamos en pánico. Cortamos el silencio con voces suplicantes porque no queremos perdernos, morirnos en la sequedad de las cenizas. Por eso, por seguir el pulso, nos reavivamos y nos volvemos a obligar, a lastimar. Tenemos tumores. Nos los extirpamos con partes del corazón y la mente incluidas. Quedamos sedados, infartados de tanto mundo. Vos en sí estás bien. Pero te entristeciste al verme. No sabías que un ser humano podía pasar por esto. O creíste que había que estar en la tele para ser un refugiado, un paria, un desterrado, un muerto andante, un expatriado. Estuvimos muy cerca aún antes de vernos por primera vez. Ahora nos tocamos. Nos perdonamos por los pecados no cometidos. Nos damos paz.

  Ojalá alguna vez pueda volver victorioso a vos. Me gustaría regalarte todos mis éxitos, el mundo de la aprobación. Vos me quisiste cuando nadie me quiso, cuando todos me dejaron. Ahí apareciste vos. Incondicional. No te importa que alguna vez te dé algo. Todo te resbala. Sos la caridad suprema, regalo que me hizo el Señor para que no me vuelva ateo. Te extraño. Te debo la vida. No te gustan estas cosas. Pero tengo ganas de llorar en tus brazos, quedar extenuado del llanto, desmayado, y decirte una y otra vez que te agradezco la vida, te agradezco la vida. Sos hermosa. Y apagarme. Quiero descomponerme, fundirme, olvidarme. Te encargo mi entierro. Quiero que mi carne marchita se disuelva en tus lágrimas. Quiero también que tus lágrimas, ya llenas de mí, se pierdan para siempre en el mar. Hasta el día postrero del mundo. Ahí despertaremos vos y yo en el cuerpo de un ángel redentor que librará a la humanidad del dolor y la pena de estar solos...

  Dedicado a...

jueves, 13 de agosto de 2015

Sueños locos XLII (La loca roja)

  Los dos amores míos. El hombre y la mujer de mi vida. Dos en uno, dos en una sola carne. Un solo cuerpo de amor. La bifurcación de mi propio yo en esos amantes de fantasías, temores, deseos, vanidades, pecados, excitación y nervios. El chico, de ojos celestes; ella, ojos más claros que los míos. Bellos. Blancos como cerdos, asquerosamente blancos. Pero bellos. Siempre bellos. Los pelos de abajo bien oscuros, para lograr un lindo contraste. Se revolcaban todo el tiempo para deleite de mi imaginación. No tenían pudor en acostarse frente a este pobre solitario. La única condición es que yo no podía tocarlos ni tocarme. Estaba condenado a verlos hasta reventar de envidia, placer, celos y anhelos.

   Una noche discutieron. Yo estaba durmiendo en su casa. Gustaban de invitarme a cenar y a hablar de la vida. Solían ofrecerme plata, ropa y todo cuánto pudiera querer menos sus bellos cuerpos, lo único que en verdad me interesaba de ellos. Egoístas del placer, mezquinos de las sensaciones. Se daban a mi vista pero no a mi tacto. Me torturaban. Luego me obligaban a hacer la cama y a limpiar el cuarto. Sí, me pagaban muy bien pero yo sufría como un hijo de puta al no poder gozar de esas experiencias lúbricas. Bueno, decía que una noche discutieron. Feo. Se pelearon por pavadas como quién tiene que lavar los platos y esas cosas. Solía hacer yo las tareas domésticas: cocinaba manjares afrodisíacos y me encargaba de todo lo que hace a un hogar dulce hogar. Pero no estaba siempre. Quería estar eternamente pero otras obligaciones me arrastraban, otras urgencias. Así que había días en que ellos dejaban de ser emperadores y bajaban al llano: ¿quién mierda tiene que tirar la basura? ¿Quién limpia el baño? Ese era el quid de la cuestión.

  La discusión fue subiendo de tono. Yo me desperté sobresaltado. Quise mediar pero me insultaron por primera vez desde que comenzó nuestra amistad. No fue un agravio cargado de sensualidad. El hombrecito, bueno y lindo como Jesús, se transformó en un  pirata de malas palabras y modales bruscos. Ella se amigó un instante con él sólo para agredirme. Me cayeron dos o tres lágrimas silenciosas. Decidí irme antes de que ellos me "irmen", me fueran. Así que rajé en medio de la madrugada porteña. Estaba un poco fresco. No había luna en el cielo y se veía poco. Daba miedo tomar las calles en ese momento. Agarrar atajos era llenarse de tajos: miles de pandilleros pululaban navaja en mano y en vano (no hacían más que heridas a cambios de unas pocas monedas y unos cuantos antecedentes penales).

  Aparecí en una estación de trenes. Miraba un subsuelo de las instalaciones apoyado en la baranda de un balcón interno. De golpe, apareció una hippie adolescente de boca chica, cara seria, ojos pardos y pelo negro, bien negro. Llevaba el cabello largo y lacio atado con una gomita blanca a la altura de la nuca. Vestía un jean clásico y una polera imposible de describir de tan colorida. Zapatillas Topper blanca y tez mate completaban la figura de la chica triste. La cosa es que ella me conocía. También la conocía a mi amor y a su amor. Nos conocía a todos. Parecía una espía mandada del inframundo. No reía nunca. Hablaba, pero de manera seca, austera. Como si sus labios pequeños hubieran sido diseñados para permanecer pegados en un silencio religioso.

- Alan, él le agarró el brazo a ella. La piba se quería ir de la casa pero el chabón quiso arreglar todo. Cuestión que no le gustó nada a la minita y armó un escándalo terrible. Puso un mensaje en Facebook bien mambeado, feminista total. -

   El mensaje en su muro de Facebook decía: "Las mujeres son todas unas pelotudas. Los hombres nos cogen, nos cagan a palos, nos mienten, nos engañan. Son todos unos mierdas: ellas y ellos. Todos unos hijos de puta como el manco pelotudo de Scioli y la idiota sometida de Karina Rabolini. Voy a votar a la izquierda el domingo. Se va todo a la puta que lo parió. ¡Aguante Las Rojas y el aborto! Me chupa la concha el Papa, Cristina y los tarados que leen esto". Yo me asusté. La piba no tenía por costumbre publicar nada. Nada de nada. Era muy reservada. Así como me mostraba su intimidad ardiente, así también tenía un perfil muy bajo en cuanto a redes sociales.

   La hippie empezó a hacer parkour. No reía. Me miraba seria mientras lustraba la baranda del balcón interno de la estación a base de acrobacias. Corría y se tiraba por todos lados. Saltaba como un resorte. Frotaba los caños como una bailarina erótica. Y luego lanzaba patadas al aire como karateca. Estaba loca. No podía parar. Como si hubiera bebido tres litros de Red Bull. Nunca vi nada igual. Me dio miedo. Pero me excité al pensar que en la cama podría dejarme sin pene. Era muy vigorosa pese a ser delgada, inexpresiva y media mosquita muerta. La típica morocha callada del Conurbano que de un momento al otro te sorprende con un arsenal de trucos secretos. Increíble. Yo miraba cómo la gente que circulaba por el subsuelo la miraba a ella. Dejaban de tomar el subte para ver a  Spyderwoman. Ella cruzaba el aire como un ángel, volaba. Las masas calurosas que salían de los primeros trenes de la mañana se agolpaban en el hall central para observar a la danzarina bella del aire y las superficies duras. Hacía trompitos con la cabeza. Pero no sonreía. Era una payasita triste, una indiecita mutilada en el alma. Su corazón lloraba por dentro mientras que la chusma deliraba ahí, en ese lugar que era una mezcla de Once, Constitución y Retiro. Buenos Aires a las 5 a.m.

  La loca se tiró al subsuelo y cayó sobre unas pilas de pan lactal. Había un stand de Fargo o Bimbo. Los panes cayeron a la mierda. Le sirvieron de soporte pero luego quedaron desperdigados por todo el piso de abajo. Yo miraba apoyado en la baranda. No veía baldosas grises ya sino bolsas del osito blanco tiradas por doquier. La encargada del puesto se quejó pero todos los circulantes y testigos pusieron manos a la obra y arreglaron el quilombo ese. La tipa siguió haciendo de las suyas.

  Desperté sobresaltado: mi amiga vuelta una comunista fanática, una extremista feminista.Fatal. Tuve mucho miedo. Él no le había hecho nada. La tomó del brazo suavemente para que no se vaya, para arreglar las cosas hablando. Bueno, llovía cuando amanecí el último domingo. Tenía que ir a votar. Padecí todo el día la amenaza de que todos mis amigos pudieran volverse rojos repentinamente. Pero me tranquilicé al ver que con el correr de las horas se hizo realidad el triunfo de Daniel Scioli. Dios creó el comunismo para que los peronistas nos sintamos siempre con la pija en el orto (sí, el Peronismo es posterior a los marxistas pero el Padre supo desde siempre que los pejotistas habríamos de salvar a la Argentina. Piensan los zurdos que nos hicieron el entre pero somos nosotros los reyes del entrismo. Hasta un Papa tenemos). Los rojillos son el azote del Señor para los inicuos. Por eso hay que laburar en pos de la Justicia Social ante la amenaza de un duro octubre rojo...

lunes, 20 de julio de 2015

Mi martirio

  La caridad de hoy puede anochecer y transformarse en el frío de una mañana que mira desde afuera. Duele todo, todo duele. La fatiga se descarga como cajones borrachos y perdidos; trenes en los andenes de mis venas sacuden mis instantes para que no me olvide que voy derechito al polvo. Me suicido constantemente: cierro los ojos y me resigno a morir en Dios, a olvidarme del mundo en su recuerdo, en su presencia santa. Me muero cada día de mi vida. Vivo en agradecimiento de una atea muy piadosa pero sufro al saberla ajena. No era para mí. El universo entero me la dio en préstamo para que yo pudiera salvar mis latidos. Los planetas se movieron varias veces y me tocó muy de cerca la Musa. Pero no tanto como para que yo esté en los brazos del amor total. Tal vez, a fuerza de mover los astros, consiga tener en mis manos a la que hace todos mis esfuerzos. Me confieso: es una excusa para vivir. Sin embargo, soy consciente de que lo único que me pertenece es esta soledad, este yo que tropieza cada segundo ante sensaciones nuevas. Ella es sagrada y está más allá de mí. No puedo tomarla ni debo anhelarlo. En verdad, creo que me destino es escribir esta obra que no empecé y consolarme por lo que pudo haber sido. Me inventé una religión para esquivar el dolor de las ciencias duras. La fe es blanda, su yugo es liviano. Las cargas son pocas.

  Me muero, me pierdo, me mundo. Sí, me mundo. La cabeza me revienta contra el asfalto insolado del mediodía. El invierno me queda archivado en los huesos pero el frío no disipa la quemazón del cielo. Me arde la calle en el cerebro. La ciudad me ladra, me choca, me roba, me humilla, me golpea y me arrebata la serenidad. Sin embargo, y porque no soy delirante ni paranoico, yo devuelvo golpe por golpe y me hago patrón de la vereda justo cuando la chusma me pretende peón por ser de Perón. Y sí, lo tenía que decir. No sea cosa que digan que nunca me comprometí con nada y que me dediqué a ser un nihilista, un ateo infeliz. Bueno, ¿existe el nihilismo peronista? Dicen que el Peronismo da para todo. Ya hay una corriente nueva inaugurada recién por este humilde pero esmerado servidor. El Nuevo Orden lo hago yo. 

  Para terminar, quiero agradecer a mi lector favorito después de Dios. Compartimos muchas cosas en común y me hace muy bien su presencia. Es un buen sujeto. Ojalá pudiera poseer su afecto por siempre y ojalá pudiera ser soberano de su pecho. Dirigiría sus pasos al cielo, que tiene al lado y que más de una vez afrenta solamente para impresionarme. A mí no me genera admiración que un caballero, por más excelso que sea, se mofe de la vida solamente para mostrarse superior ante los hombres. La soberbia es muerte. Hay que amar al amor, a la belleza y al bien y buscar a la aurora como una fuerza superior. Si te fue dado un ángel, no dejes que vuele en tristeza. El Señor te regaló una parte de sí para que pudieras ser dichoso, no orgulloso. La seguimos. 

  

miércoles, 15 de julio de 2015

Sueños de siempre

  Como obsesiones, me persiguen los inviernos, las noches, los trenes, los laberintos y la desesperación de ser sin nadie más en la ciudad. Sí, puede que esto haya sido dicho pero es lo que me pasa: la oscura frialdad del mundo me envuelve en su abrazo indiferente y me penetra con una verga de hielo. Mi culo tiembla de dolor y sacude sangre para calentarme un poco. Me siento tan mal por dentro algunas veces. Camino como un tonto por una Buenos Aires que me da la espalda: me muestra la cola pero no puedo tocarla porque es abuso. Me queda mirar de afuera, hacer la del pobre, hacerme la del mono. Y por eso toco este teclado de burla, risa, indignación y alegría turbia como las podridas aguas del río colectivo de los anhelos ignorados de la masa. El hecho maldito de la sociedad burguesa es que haya sujetos como yo que se atreven a reclamar los mimos y las atenciones de las damas de ojos claros. Bueno, alguno dirá que el color de mis ojos... No importa. Negro es el hambre. El oro es siempre oro lo lleve un árabe, un chino o un colombiano flojito de papeles y duro de cocaína. Siempre es igual. No se puede escapar a la lógica de lo material. Y el tornasol de mi mirada torna otra vez a los lagos de ahogados e imaginaciones fugaces de enamorados osados y tipitos que van contra la moral de su tierra y la religión de sus padres: así es cómo seduzco sin querer a todos los putos buenos que flotan por ahí. Los quiero y respeto pero no los deseo. Gracias les doy por los elogios pero yo voy detrás de las damas, los caballos, las torres y los alfiles. No me van los peones por más esforzados que estos se muestren en el tablero de las relaciones humanas. Sin embargo, no desecho a nadie. No es pecado amarme ni desearme. Los comprendo, modestia aparte. Sigo otras musas, otras inspiraciones. No voy por atrás, sin estigmas de nadie.

  ¿Y qué? No puedo ahondar más en ciertas experiencias. Pero puedo decir que siento todo el tiempo agradecimiento. El sol sale todos los días para mí a pesar de que muchos me han creído muerto. Me han dicho "El Hombre Acabado" por el millón de pajas que me hice alguna vez. Sin embargo, renazco en medio de toda esa leche y me vuelvo un demonio de Tasmania para alegría de los que me quieren y me perdonan todo. Los amo con todo mi corazón, pequeñitos solcitos que Dios me regaló para que pueda reír y cantar junto al negro que me mueve las carnes por dentro. Sí, siempre al límite. Es como esa erección que uno busca tapar en un subte atestado de gente. Es lo que no hay. 

  Bueno, quiero agradecer una vez más al cielo por esas personitas que hacen mi felicidad, mi consuelo, mi placer, mis fantasías, mis gozos, mis pensamientos, mis expectativas, mi fuerzas y mi futuro. Amo a esos pocos seres que en todo momento están conmigo como ángeles protectores. Tal vez no sean más que dos en uno pero no tengo ganas de escribir más. El tiempo dirá de nosotros que nos amamos con todas las fuerzas del espíritu y, por qué no, del cuerpo...


sábado, 11 de julio de 2015

Letanías a un toro viejo

Toro viejo, macho cansado y malo.
Toro viejo, macho loco y vago,
macho pancho en su rancho.

Quisiste ser Jesús 
pero ni te pareciste a vos.
Foucault te miraría con desdén,
pero no escuchaste hablar de él.

Macho viejo, macho bruto.
El culto por la sangre
te está matando,
Hitler de barrio.

Hay otra posibilidades
que no acaban en una acabada;
hay otros vínculos, 
otras cosas. 

Pero te cegó el egoísmo,
el ser vos más que vos, 
y de ahí para el país,
un segundo abandono,
eterna frustración...

Sueños locos XLI (Proyectos de escritura)

Iba a decir el nombre de una canción mal vista pero muy cantada y escuchada pero me abstengo en nombre de la nula honra que me queda. O lo digo... ¿Qué hago? Fue. Ciudad mágica fue el nombre que mi futura novela tuvo en mis sueños. Pero me levanté y me pareció mejor El cubo mágico. Hay grupos musicales que están prohibidos por la "intelectualidad" porteña. Prefiero emitir mi opinión en otro momento. Obvio que no soy partidario del PRO pero hay más cosas en juego que un pelado obsecuente. Vamos a charlar un poco.

  La idea de la novela sería contar las peripecias de un personaje joven, un pibe de facultad pero con mucho barrio encima. A su tiempo, el narrador cambiaría en varios capítulos. Hablaría una chica, la chica del libro, y a su vez, otros personajes se sumarían alternativamente. Pero el predominio lo tendría un dios que vería todo por arriba y que no haría grandes concesiones a los sujetos ni a los objetos. Para empezar, en tercera persona se diría que Teo estaba mirando cómo sus amigos garchaban o algo por el estilo. Impacto directo desde el primer momento. Luego, se iría en retrospectiva. Se pasaría del in media res del comienzo a un progresivo devenir del pasado, del origen de la situación actual, del inicio que sería mostrado a medio camino del texto. Las perspectivas del futuro las haría escasas. Pondría muchas trabas. Creo que estoy siendo muy abstracto. Voy a especificar un poco...

   Mi idea es centrarme en Teo, un joven estudiante de Letras que no tiene casa ni trabajo y que va de acá para allá. En el medio, drogas, alcohol, amores imposibles, hambre, mendicidad, problemas, peleas, discusiones, debates políticos y religiosos. A su vez, se incorporaría el punto de vista de los distintos personajes, que lo ayudan o lo perjudican. Una chica y su novio serían sus grandes amigos. Enemigos declarados no tendría aunque sería evidente que es el sistema capitalista el gran enemigo del hombre. El Estado no estaría del todo presente como debiera estar. Día a día, se sucedería la marihuana, la merca, el escabio, la paja y la mala leche de ser un argentino pobre. De casa en casa, de quilombo en quilombo. Y a la noche, baile, luces, humo, orgías frustradas, sexo ajeno, Manuela propia y colectivos y trenes perdiéndose en la Ciudad. Muchos viajes, mucho caminar la calle y trazar líneas de subtes que no existen. Mezclaría lugares e inventaría otros. Transfiguraría Buenos Aires y le pondría los campos de la Patria a la vuelta.

  Lo más interesante es que sería una novela "dialogada": un joven poeta provinciano me daría esa magia, esa inventiva que por momentos resigno en pos de un realismo duro. Necesito suavidad, brillo y situaciones alocadas, mundos nuevos en el medio. Un capítulo sería psicológico, con mi impronta analítica, brutal y carnal, y otro tendría todo eso más el plus que ostenta la gente que no vive encerrada en la Capital. Hay que salir de Buenos Aires y contar las historias de todos esos Cristos locos que dan vueltas por las rutas argentas entre putas enfermas y mariposas de la redención y el sosiego. En un momento, todo se calmaría para darle una pausa de paz al lector. Y luego, sí, seguirían las piñas, las patrullas de la verdad, el remolino del arrabal, el vendaval de los gritos, los familiares trastornados mentalmente, los amigos que te dejan tirados, las abuelas conchudas y egoístas, las tías trolas que no te tiran un mango y esos misteriosos personajes que te envía Dios para que puedas volver a creer en Él y en el amor entre el hombre y la mujer. 

  La chica se llamaría María Rossi, una piba muy especial. A su vez, se sumarían al elenco profesores homosexuales fervientemente católicos, militantes comunistas y anarquistas que aman a Jesús, putas sabias, gente frívola que habla de la literatura y la filosofía como aquella que ostenta una pollera nueva y así con mil caracteres más. Y, lo más importante, el joven de las lejanías patrias aportaría el alma, el corazón, la gracia del libro: crearía situaciones y tipos y tipas verdaderamente de novela. Yo haría las correcciones y el trabajo pesado. Por supuesto: sobrarían los quilombos, los cachengues, los tole-tole, las agarradas, el sexo, la falopa, las lágrimas, la sangre, los acosos y manoseos, las corridas, los gritos, las provocaciones y los debates de toda índole. 

   En fin. A escribir se ha dicho.