Iba a decir el nombre de una canción mal vista pero muy cantada y escuchada pero me abstengo en nombre de la nula honra que me queda. O lo digo... ¿Qué hago? Fue. Ciudad mágica fue el nombre que mi futura novela tuvo en mis sueños. Pero me levanté y me pareció mejor El cubo mágico. Hay grupos musicales que están prohibidos por la "intelectualidad" porteña. Prefiero emitir mi opinión en otro momento. Obvio que no soy partidario del PRO pero hay más cosas en juego que un pelado obsecuente. Vamos a charlar un poco.
La idea de la novela sería contar las peripecias de un personaje joven, un pibe de facultad pero con mucho barrio encima. A su tiempo, el narrador cambiaría en varios capítulos. Hablaría una chica, la chica del libro, y a su vez, otros personajes se sumarían alternativamente. Pero el predominio lo tendría un dios que vería todo por arriba y que no haría grandes concesiones a los sujetos ni a los objetos. Para empezar, en tercera persona se diría que Teo estaba mirando cómo sus amigos garchaban o algo por el estilo. Impacto directo desde el primer momento. Luego, se iría en retrospectiva. Se pasaría del in media res del comienzo a un progresivo devenir del pasado, del origen de la situación actual, del inicio que sería mostrado a medio camino del texto. Las perspectivas del futuro las haría escasas. Pondría muchas trabas. Creo que estoy siendo muy abstracto. Voy a especificar un poco...
Mi idea es centrarme en Teo, un joven estudiante de Letras que no tiene casa ni trabajo y que va de acá para allá. En el medio, drogas, alcohol, amores imposibles, hambre, mendicidad, problemas, peleas, discusiones, debates políticos y religiosos. A su vez, se incorporaría el punto de vista de los distintos personajes, que lo ayudan o lo perjudican. Una chica y su novio serían sus grandes amigos. Enemigos declarados no tendría aunque sería evidente que es el sistema capitalista el gran enemigo del hombre. El Estado no estaría del todo presente como debiera estar. Día a día, se sucedería la marihuana, la merca, el escabio, la paja y la mala leche de ser un argentino pobre. De casa en casa, de quilombo en quilombo. Y a la noche, baile, luces, humo, orgías frustradas, sexo ajeno, Manuela propia y colectivos y trenes perdiéndose en la Ciudad. Muchos viajes, mucho caminar la calle y trazar líneas de subtes que no existen. Mezclaría lugares e inventaría otros. Transfiguraría Buenos Aires y le pondría los campos de la Patria a la vuelta.
Lo más interesante es que sería una novela "dialogada": un joven poeta provinciano me daría esa magia, esa inventiva que por momentos resigno en pos de un realismo duro. Necesito suavidad, brillo y situaciones alocadas, mundos nuevos en el medio. Un capítulo sería psicológico, con mi impronta analítica, brutal y carnal, y otro tendría todo eso más el plus que ostenta la gente que no vive encerrada en la Capital. Hay que salir de Buenos Aires y contar las historias de todos esos Cristos locos que dan vueltas por las rutas argentas entre putas enfermas y mariposas de la redención y el sosiego. En un momento, todo se calmaría para darle una pausa de paz al lector. Y luego, sí, seguirían las piñas, las patrullas de la verdad, el remolino del arrabal, el vendaval de los gritos, los familiares trastornados mentalmente, los amigos que te dejan tirados, las abuelas conchudas y egoístas, las tías trolas que no te tiran un mango y esos misteriosos personajes que te envía Dios para que puedas volver a creer en Él y en el amor entre el hombre y la mujer.
La chica se llamaría María Rossi, una piba muy especial. A su vez, se sumarían al elenco profesores homosexuales fervientemente católicos, militantes comunistas y anarquistas que aman a Jesús, putas sabias, gente frívola que habla de la literatura y la filosofía como aquella que ostenta una pollera nueva y así con mil caracteres más. Y, lo más importante, el joven de las lejanías patrias aportaría el alma, el corazón, la gracia del libro: crearía situaciones y tipos y tipas verdaderamente de novela. Yo haría las correcciones y el trabajo pesado. Por supuesto: sobrarían los quilombos, los cachengues, los tole-tole, las agarradas, el sexo, la falopa, las lágrimas, la sangre, los acosos y manoseos, las corridas, los gritos, las provocaciones y los debates de toda índole.
En fin. A escribir se ha dicho.
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