Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

jueves, 13 de agosto de 2015

Sueños locos XLII (La loca roja)

  Los dos amores míos. El hombre y la mujer de mi vida. Dos en uno, dos en una sola carne. Un solo cuerpo de amor. La bifurcación de mi propio yo en esos amantes de fantasías, temores, deseos, vanidades, pecados, excitación y nervios. El chico, de ojos celestes; ella, ojos más claros que los míos. Bellos. Blancos como cerdos, asquerosamente blancos. Pero bellos. Siempre bellos. Los pelos de abajo bien oscuros, para lograr un lindo contraste. Se revolcaban todo el tiempo para deleite de mi imaginación. No tenían pudor en acostarse frente a este pobre solitario. La única condición es que yo no podía tocarlos ni tocarme. Estaba condenado a verlos hasta reventar de envidia, placer, celos y anhelos.

   Una noche discutieron. Yo estaba durmiendo en su casa. Gustaban de invitarme a cenar y a hablar de la vida. Solían ofrecerme plata, ropa y todo cuánto pudiera querer menos sus bellos cuerpos, lo único que en verdad me interesaba de ellos. Egoístas del placer, mezquinos de las sensaciones. Se daban a mi vista pero no a mi tacto. Me torturaban. Luego me obligaban a hacer la cama y a limpiar el cuarto. Sí, me pagaban muy bien pero yo sufría como un hijo de puta al no poder gozar de esas experiencias lúbricas. Bueno, decía que una noche discutieron. Feo. Se pelearon por pavadas como quién tiene que lavar los platos y esas cosas. Solía hacer yo las tareas domésticas: cocinaba manjares afrodisíacos y me encargaba de todo lo que hace a un hogar dulce hogar. Pero no estaba siempre. Quería estar eternamente pero otras obligaciones me arrastraban, otras urgencias. Así que había días en que ellos dejaban de ser emperadores y bajaban al llano: ¿quién mierda tiene que tirar la basura? ¿Quién limpia el baño? Ese era el quid de la cuestión.

  La discusión fue subiendo de tono. Yo me desperté sobresaltado. Quise mediar pero me insultaron por primera vez desde que comenzó nuestra amistad. No fue un agravio cargado de sensualidad. El hombrecito, bueno y lindo como Jesús, se transformó en un  pirata de malas palabras y modales bruscos. Ella se amigó un instante con él sólo para agredirme. Me cayeron dos o tres lágrimas silenciosas. Decidí irme antes de que ellos me "irmen", me fueran. Así que rajé en medio de la madrugada porteña. Estaba un poco fresco. No había luna en el cielo y se veía poco. Daba miedo tomar las calles en ese momento. Agarrar atajos era llenarse de tajos: miles de pandilleros pululaban navaja en mano y en vano (no hacían más que heridas a cambios de unas pocas monedas y unos cuantos antecedentes penales).

  Aparecí en una estación de trenes. Miraba un subsuelo de las instalaciones apoyado en la baranda de un balcón interno. De golpe, apareció una hippie adolescente de boca chica, cara seria, ojos pardos y pelo negro, bien negro. Llevaba el cabello largo y lacio atado con una gomita blanca a la altura de la nuca. Vestía un jean clásico y una polera imposible de describir de tan colorida. Zapatillas Topper blanca y tez mate completaban la figura de la chica triste. La cosa es que ella me conocía. También la conocía a mi amor y a su amor. Nos conocía a todos. Parecía una espía mandada del inframundo. No reía nunca. Hablaba, pero de manera seca, austera. Como si sus labios pequeños hubieran sido diseñados para permanecer pegados en un silencio religioso.

- Alan, él le agarró el brazo a ella. La piba se quería ir de la casa pero el chabón quiso arreglar todo. Cuestión que no le gustó nada a la minita y armó un escándalo terrible. Puso un mensaje en Facebook bien mambeado, feminista total. -

   El mensaje en su muro de Facebook decía: "Las mujeres son todas unas pelotudas. Los hombres nos cogen, nos cagan a palos, nos mienten, nos engañan. Son todos unos mierdas: ellas y ellos. Todos unos hijos de puta como el manco pelotudo de Scioli y la idiota sometida de Karina Rabolini. Voy a votar a la izquierda el domingo. Se va todo a la puta que lo parió. ¡Aguante Las Rojas y el aborto! Me chupa la concha el Papa, Cristina y los tarados que leen esto". Yo me asusté. La piba no tenía por costumbre publicar nada. Nada de nada. Era muy reservada. Así como me mostraba su intimidad ardiente, así también tenía un perfil muy bajo en cuanto a redes sociales.

   La hippie empezó a hacer parkour. No reía. Me miraba seria mientras lustraba la baranda del balcón interno de la estación a base de acrobacias. Corría y se tiraba por todos lados. Saltaba como un resorte. Frotaba los caños como una bailarina erótica. Y luego lanzaba patadas al aire como karateca. Estaba loca. No podía parar. Como si hubiera bebido tres litros de Red Bull. Nunca vi nada igual. Me dio miedo. Pero me excité al pensar que en la cama podría dejarme sin pene. Era muy vigorosa pese a ser delgada, inexpresiva y media mosquita muerta. La típica morocha callada del Conurbano que de un momento al otro te sorprende con un arsenal de trucos secretos. Increíble. Yo miraba cómo la gente que circulaba por el subsuelo la miraba a ella. Dejaban de tomar el subte para ver a  Spyderwoman. Ella cruzaba el aire como un ángel, volaba. Las masas calurosas que salían de los primeros trenes de la mañana se agolpaban en el hall central para observar a la danzarina bella del aire y las superficies duras. Hacía trompitos con la cabeza. Pero no sonreía. Era una payasita triste, una indiecita mutilada en el alma. Su corazón lloraba por dentro mientras que la chusma deliraba ahí, en ese lugar que era una mezcla de Once, Constitución y Retiro. Buenos Aires a las 5 a.m.

  La loca se tiró al subsuelo y cayó sobre unas pilas de pan lactal. Había un stand de Fargo o Bimbo. Los panes cayeron a la mierda. Le sirvieron de soporte pero luego quedaron desperdigados por todo el piso de abajo. Yo miraba apoyado en la baranda. No veía baldosas grises ya sino bolsas del osito blanco tiradas por doquier. La encargada del puesto se quejó pero todos los circulantes y testigos pusieron manos a la obra y arreglaron el quilombo ese. La tipa siguió haciendo de las suyas.

  Desperté sobresaltado: mi amiga vuelta una comunista fanática, una extremista feminista.Fatal. Tuve mucho miedo. Él no le había hecho nada. La tomó del brazo suavemente para que no se vaya, para arreglar las cosas hablando. Bueno, llovía cuando amanecí el último domingo. Tenía que ir a votar. Padecí todo el día la amenaza de que todos mis amigos pudieran volverse rojos repentinamente. Pero me tranquilicé al ver que con el correr de las horas se hizo realidad el triunfo de Daniel Scioli. Dios creó el comunismo para que los peronistas nos sintamos siempre con la pija en el orto (sí, el Peronismo es posterior a los marxistas pero el Padre supo desde siempre que los pejotistas habríamos de salvar a la Argentina. Piensan los zurdos que nos hicieron el entre pero somos nosotros los reyes del entrismo. Hasta un Papa tenemos). Los rojillos son el azote del Señor para los inicuos. Por eso hay que laburar en pos de la Justicia Social ante la amenaza de un duro octubre rojo...