Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Robo libros






 En algún lugar del Conurbano de cuyo nombre no quiero acordarme, se me dio por entregarme al robo de libros. La historia que voy a contar es de la verdad, no de la prosa rimada y de la poesía hecha párrafos prosaicos. La posta es que fui partícipe necesario de un delito. Y fui miembro de una asociación ilícita, integrante de una banda de alto vuelo intelectual: ¡choreamos libros! ¡No cualquiera!

  Yo estaba ayer en casa de un amigo, lejos de la Capital. Desayunaba tranquilo hasta que cayeron dos vagos en la puerta, como si fueran paracaidistas del diablo. Estaban ahí, sobre la hierba crecida del jardín. Habían tenido la osadía de traspasar la puertita de alambres blancos y se sentían como si fueran locales. Uno era un muchacho robusto de ojos marrones, brazos hinchados y piernas gruesas. Sonreía todo el tiempo. El otro, un flaquito lauchita de tez muy blanca, costillas sobresalientes, expresión alegre y gesto rebelde. Preguntaron por el flaco fumador que me invitó a su rancho zafarrancho. Los hice pasar luego de cerciorarme de que eran de confianza. De todas formas, dos pibes caucásicos y bien vestidos son fiables en los entornos en los que me muevo yo. Todo bien, pero algunos somos más iguales que otros.

  Cuestión que con uno de los atorrantes empezamos a jugar ajedrez. Me ganó en una partida trabada. Estudiante de Derecho. Hijo de una abogada como el laucha que estaba mirando el juego y agitando movidas interesantes que yo rehusaba materializar sobre el tablero. En el aire, el humo maldito del cigarro, algo que odio con el alma y el cuerpo, la nariz y la boca. Trato de evitar ese veneno legal. 

  Bueno, los cuatro desocupados, los cuatro chicos de la clase media venida a menos, nos fuimos para la estación bajo un sol de locos. Veranito de San Juan. Mucho calor. Como unos tarados, llevábamos abrigos en la mano. La costumbre típica de julio. "A la noche refresca". ¡Las pelotas! Humedad y sol pleno toda la puta tarde. Entre queja, chistes y delirios varios, llegamos al tren. Había una formación parada que iba a lo desconocido. Terra incognita. Randazzo y su revolución ferroviaria estaban muy cerca. Yo sabía que los muchachos iban a hacer maldades lejos, muy lejos de casa y de Buenos Aires. En un principio, sentí miedo. Lo confieso. No quería que me agarré un macho loco malo y me dé muchas piñas hasta hacerme sangrar la cabeza, la cara, las orejas, los brazos. Hay muchos pegadores sueltos. Cornudos que tienen toda la testosterona a flor de piel y que están dispuestos a matar al otro para ser el alfa de la manada. 

  Luego de mucho pensar, subí al tren tentado por la aventura de ver un lugar desconocido, allá en los confines de la civilización y en el principio de la barbarie. Las vías de la Ciudad iban bien lejos, ahí donde las venas y las arterias escapan del corazón y tocan las extremidades del cuerpo de la metrópolis. La máquina tardó mucho en arrancar. Tuve tiempo de deliberar. Pensé en que podía ser detenido por la policía o golpeado por una turba loca de linchadores fatales. Pensé mucho. Era todo un filósofo. En un momento, creí que podía ir y brindar apoyo logístico: esperar a los chicos en una plaza mientras ellos hacían de las suyas. O podía sostener sus abrigos para facilitar su innoble labor. Pero al toque caí en la cuenta de que las camperas podían servir de capas mágicas para hacer desaparecer objetos. Las prendas que los cuerpos sudorosos no llevaban habían devenido en una suerte de agujeros negros portátiles ideales para tragarse toda mercadería a su paso. Así que desistí de ofrecer mis servicios de apoyo al escuadrón y me sumé a la unidad regular de infantería. Tenía que entrar al teatro de operaciones. 

  Pasamos por una estación que estaba rodeada de villas. Muchas villas por todas partes. Había muchos caballos sobre el pasto y gallos en las terrazas de las casas. Andaban como si nada. Baldíos y más baldíos se sucedían en forma de canchas de fútbol. Usualmente, los entornos de las estaciones ferroviarias suelen ser lugares céntricos, urbanizados. Pero estábamos lejos de la lógica de los primeros cordones del Conurbano. Nos encontrábamos más cerca del campo que de la ciudad. Todo era distinto. 

  Hablamos de la locura, el trauma que puede generar la alienación, Foucault y el modo aleatorio en que opera el Panóptico. Era la deriva de todos nosotros. Comentábamos el paisaje de calles de tierra, casas de cartón y gente con la mirada extraviada. Nos sentíamos dichosos por saber. Saber es poder. Decíamos pavadas de este tipo y estigmatizábamos a los pobres para amarnos mejor. En el fondo, sabíamos bien que éramos unos hijos de puta con pretensión de ocupar un lugar en la burguesía.

- Alan, Hobbes dice que el conocimiento está reñido con la bondad. Uno desea saber para dominar al otro. Uno quiere poder.-

- Sí, por eso San Francisco fue intelectualmente mediocre, igual que el Papa Francisco, en comparación con Benedicto. -

- Muy buena comparación. -

  Entre charla y charla, llegamos al objetivo. Encaramos la peatonal de un humilde distrito bonaerense. Sin vacilaciones, nos metimos en una librería bien puesta del lugar. Un amigo y yo nos dedicamos a llenarle la cabeza de preguntas a los vendedores. Los pilares de la tierra y otros ladrillos iban desapareciendo de las estanterías para aparecer, como por arte de magia, en la mochila de los otros dos vagos, los hijos de abogadas. Milagro de la mechería lo nuestro. Una vez consumado el hurto, nos fuimos a deliberar un nuevo plan de acción. Nos hundíamos cada vez más en el Conurbano como si fuéramos un cuchillo que se clava en lo profundo de una carne débil, una carne victima del dolor y de la vida que se hace muerte a fuerza de sangre perdida.

- Así como en el Código Penal existe la figura de "hurto famélico", tendría que existir la figura de "hurto intelectual". Algunos roban para comer. Nosotros robamos para leer. O para que otros lean a menor precio. Es por el bien de la cultura que hacemos esto. - Dije este breve discurso en medio de la aprobación de mis cómplices.

  En verdad, robamos por la aventura. Por lo menos yo. Los hijos de las abogadas hacen dinero para subsistir con esto. Sin embargo, creo que es más el placer de lo desconocido que el afán de vil metal el que los hace ponerse en contra de la sociedad y las leyes. La transgresión. Es cierto que roban mucho y muy bien, pero tampoco ganan mil euros al mes con este curro. Así que queda clara la veta de rebeldía en este acto maldito desde hace siglos: robar. Robar para nosotros fue una forma de conocernos, de pegar una amistad, de tener buena onda.

  Una vez consumado nuestro primer hecho del día, decidimos ir por más. Nos fuimos todavía más lejos, bien lejos. Nos internamos en el Conurba en uno de esos colectivos cuyo número de línea está más cerca del mil que del cien...

  Nos perdimos, nos consumamos, nos consumimos. Y el gusto de la nada quedó en el sinsabor que trae el pecado. No hablo desde ningún lugar sino desde el aburrimiento que da la vida del desocupado, la vida del que se hace ladrón para escapar a la fatalidad de tener que esperar la muerte sentado y sin hacer nada...

Sinsabores

  El que tuvo un mundo a favor y otro mundo en contra, ese puede tener el universo a sus pies. Digo lo que digo porque ando perdido en el mundo con la mirada dilatada a ambos lados de la vida. Veo la gente grande en sus gestos mezquinos, veo los globos que salen de las cabezas de millones. El gentío aplasta sus tripas contra las tripas de otros en las calles putas de una moral sin fondo y sin moral. Estoy atento a todo. Veo cómo el sol se funde y se hace uno en las veredas brillantes del Plata. No hay vidrieras. Solamente hay muros eternos y marcas de una configuración incalculable de la persona humana. Todo está embotado en una realidad sin pausa ni misericordia, como si Dios no existiera (el como si de nuestro tiempo consiste en fingir que no hay nada por arriba de nosotros). Nos hundimos en la nada, poco a poco. Pero el alma consigue salir de esa vanidad de marchitarse para mostrarse como una flor sensible al éter, al espacio y al rocío de la noche.

  Los vapores queman todos los motores del atardecer porque las fieras arrancan sus lechos de fierros retorcidos en trompadas calientes. Llueve el cielo para que se muera esa mujer, porque esa acera no es para él. No hay suicidios posibles cuando ni siquiera se está vivo. Todos se matan, todos se parten el cráneo contra otros cráneos. El cabezazo como forma atávica del suicidio. El instinto animal no es más que la explicación racional de la existencia del demonio en todos nosotros. ¿Y por qué será que en algún lugar se insinúan los misterios del campo sin haber salido del todo de la ciudad?

  Y pasa que en mis sueños se reconfigura todo el espacio urbano: los trenes arrollan las distancias infinitas para perderse en túneles de los cuales saldrán más airosos todavía. Los túneles corren como arterias llenas de sangre debajo de un cuerpo joven y bonito. El mundo está vivo en esa ciudad de ensueño que me construyo todas las noches. 

  Y bueno, hay veces que el sol se mezcla con la lluvia en un maná imposible de saborear para los negadores del espíritu. Nada se puede hacer salvo disfrutar con alegría inconmensurable ese plato supremo de esperanza celestial. Mientras sobre la fe, sobrará el aguante. Porque mejores días vendrán siempre y cuando aprendamos a vivir la vida con éxtasis y locura de misterio. Nuestro primer horizonte es siempre el más peligroso. Lo que está más allá nos dará la respuesta, todo aquello que va delante de la línea final de nuestros ojos contiene la verdad finita que nos llevará a rodar cada vez más lejos, cada vez más lejos...

  

lunes, 16 de noviembre de 2015

La continuidad de la ruptura en el "Diario de Manhattan"


  En la primera parte, http://surferpunks.blogspot.com.ar/2015/11/los-otros-yo-una-lectura-personal-sobre.html, analizamos Nosotros dos, de Néstor Sánchez. Ahora veremos cómo "Diario de Manhattan" representa, de alguna manera, una continuidad en ese proceso de ruptura de la propia vida, del arte, la cultura y la escritura. "Controlar en todo lo posible el escándalo de lo que insiste en describir, y padece casi con saña los estímulos infames de todo orden." Dicho de otra forma, hay una voluntad de no escribir, escribir sin escribir. Es curioso que el texto, incluido en La condición efímera, sea tan poco descriptivo en un lugar que, a priori, da para mucho. Es obvio que el formato del diario es introspectivo por definición. Sin embargo, no vemos ninguna interacción casi, poco contacto con el mundo exterior. Porque, usualmente, la subjetividad en estos formatos íntimos trabaja con el afuera, "filtra" la experiencia. Pero acá prácticamente no hay experiencia con los otros. No hay amor, no hay sexo, no hay peleas; no hay conflictos, amistades, anécdotas. Estamos, como se sabe, ante la historia de un tipo que quiere conocerse a sí mismo en una ciudad gigantesca, Nueva York. Un tipo espiritual en la capital del materialismo. El conflicto está con el entorno. Por eso se lo ningunea. 

  Desde Nosotros dos está la idea del viaje, de la distancia. La separación es la regla. Los amores son pasado. Los vínculos son débiles. Las mujeres ofrecen su cuerpo por dinero para que él viva. La nada misma. Santana resulta abatido en Bahía Blanca. "Y no fuiste a la vida, no desperté drogado en un país extranjero". Dice en la novela. No se sabe si fue drogado o no pero habría de despertar en un país extranjero. Y pasaría en el exterior muchos años. Néstor Sánchez emprende una suerte de "suicidio ascético" para que quede de sí lo mínimo, es un minimalista de la vida. Renuncia a todo: mujer, hijos. Renuncia a su patria. Y se expone al peor lugar que puede haber para un ser espiritual: una megaurbe. La finalidad de someterse a semejante régimen circundante es aferrarse más a uno mismo. Pero Sánchez no se queda con cualquier yo, intenta cambiarse todos los días, ver el mundo de otra manera; aprende a usar la mano izquierda, evita cruzar las piernas, evita poner las manos en los bolsillos. No nos dice "estoy viendo la Estatua de la Libertad". No la nombra. Tampoco habla sobre Broadway o Wall Street. Mucho menos del Empire State o las difuntas Torres Gemelas. Menciona al río Hudson a la pasada. Nombra a Harlem, el barrio negro, la oscuridad. Pero es muy vago todo lo que escribe. Podría haber expuesto en toda su magnitud la grandeza edilicia de New York pero se queda en su proceso de reconversión. 

  Curiosamente, otro que no dejó grandes impresiones sobre USA fue Céline. El narrador, preferimos hablar de "narrador" para Viaje al fin de la noche en lugar de "autor", cuenta que no aprendió a hablar inglés. Y escribe sobre una serie de trabajos como empleado de limpieza nocturno. Muy poca experiencia en el país. A su vez, resalta la potencia sexual de las mujeres americanas, cosa que Sánchez también hace pero desde el ascetismo, desde la crítica a la voluptuosidad. El francés, en cambio, es un apasionado del sexo, un devorador de señoritas. Nuestro autor, al contrario, no cuenta de ningún encuentro en el "Diario de Manhattan". 

                                                                                                                        domingo 8

La motricidad del americano medio (marcado a fuego por alimentación artificial y un deporte de violencia y crueldad sin límites) ha perdido todo atisbo sensitivo. En su rudeza de base, en su guaranguería, se delata la presión del furor egoísta que signa la vida comunitaria. El sexo, en su nivel animal más bajo ¿participa en aniquilarles la emoción?
Por el mismo motivo, la gran mayoría brinda la certeza de que nunca podrían presentirse sus asociaciones estables, sus preocupaciones más simples. Aparece un estado de ruminación hosca, intrigante, que parcela en el acto. Han renunciado por completo al interés por el prójimo.

   Sánchez se muestra siempre distanciado de la mujer. Parece incapaz de querer, de establecer vínculos estables. Esto según lo que leemos de él. No hacemos biografismo. Notamos una imposibilidad en el amor. También en el sexo. No parece un tipo sediento de carne, un lujurioso. Hablar de misoginia no sería correcto. Él es un misántropo, en todo caso. Porque está alejado de la humanidad en su conjunto, no de las mujeres en particular. "Ante la inconstancia neurótica, ninfómana, de la mujer americana, un cantor de tangos algo responsable tendría que suicidarse en escena." Vemos que la crítica que hace de la sociedad americana, del capitalismo en general, lo mismo que en el caso de Céline, nacen del conservadurismo, no del Marxismo o alguna tendencia similar. El autor francés critica a los Estados Unidos desde un nacionalismo francés exacerbado. Además, se saben los pensamientos que iría adoptando con el correr de la década del ´30. Sánchez critica Nueva York, entre otras cosas, por la "homosexualidad militante", lo que hoy el Papa llama "lobby". Es decir, en el escritor argentino hay cierto Catolicismo residual que lo lleva por ese camino.

                                                                                                                              sábado 21

Hasta en los sitios casi sin acceso, a cada instante, la circulación contundente de los automóviles de la policía. Sacerdotes por lo general gigantescos, temibles, del dios dólar omnipresente mencionado en cada diálogo, en cada amago de diálogo.
También custodian, según parece: tráfico de drogas, prostitución, travestismo profesional, ciertos robos, el crimen permanente, la impiedad.
Conquisté un par de guantes de lana.

  Como dijimos, vemos una crítica de tono moral, una crítica más cristiana que marxista de la sociedad. Algo así como decir que "el dinero es la raíz de todos los males". Permanentemente se condena la usura. Se podría leer esto en clave de Ezra Pound. Y del ya mil veces nombrado Céline, el cual también es muy critico para con el capitalismo. Sánchez parece repetir, con otras palabras, que los tres enemigos del cristiano son el mundo, el diablo y la carne. Por eso, se aleja cada vez más de su época. En ese quitar de sí mismo todo lo ajeno a su alma, termina desgarrándose, como aquel al que le amputan un miembro enfermo. Pierde la familia, la Patria y el barrio con tal de seguir su Evangelio, su locura, su delirio místico.

 "Se nace, diríase, a causa del efecto de la cerveza impasable en un muchacho cargado de taras." No consigue explicar la razón de por qué estamos acá. Ante el sinsentido, inicia una búsqueda. Y, como quien renuncia a tener hijos por algún tipo de voto, critica a los que lo hacen cuan Tolstoi de hoy. "Y vuelve a parecer mentira poder afirmarlo en este planeta vergonzante: imposible algo más fácil que otorgar vida. Nada menos que vida." Así como le cuesta encontrar la razón de muchas cosas, no deja de sorprenden el énfasis que pone en el concepto de vida. "Cuando un hombre empieza a trabajar en sí mismo, todo le habla." Al no poder hallar en los otros razones validas para entender el mundo y el misterio de por qué vinimos, se concentra en sí mismo, trabaja en su cuerpo a la espera de signos que le hablen de otras realidades.

  Este monje urbano no se gasta en cortarnos lo que lo rodea, qué pasa a su alrededor. La literatura se va estanca en una página vacía. Solamente hay resto para contar el viaje interior. La interioridad parece ser un confín de silencio y reclusión, una celda de clausura y recogimiento. Lo literario va cediendo poco a poco a la disciplina monacal, a los ejercicios espirituales. Las imágenes de lo externo son frías: "El sol sucio ayer contra la nieve seca y sucia durante el largo mediodía. Y todo ese espeluznamiento si se quiere repentino de ausencias." ¿No es raro "sol sucio"? La negación de la luz del sol es algo extraño. Lo mismo que hablar de nieve sucia. Si la luz del mediodía se desprecia, imagen poética por excelencia de sentimientos claros y apolineos, ¿qué queda entonces? El retiro espiritual. 

 "Si me viese obligado a comparecer, ya me consta, entre otros factores, la inutilidad denigrante de lo que llamamos cultura, el despropósito que se nombra educación." Una vez más, Néstor Sánchez rechaza al mundo moderno. No lo apoya en lo más mínimo. Es, tal vez, un "antimoderno", usando de referencia a Antoine Compagnon. No le gusta lo que se da en llamar "cultura". Tampoco suele referirse en demasía al mundo libresco. Y si lo hace, es de mala manera:

                                                                                                                       martes 10

Escarnecen las librerías con su iluminismo misérrimo: toneladas de papel impreso nada más al servicio de la atrofia del discernimiento colectivo. Cantidad en lugar de calidad; el como si. Olor a tinta ácida, libros huecos, sin peso; ni siquiera el cuidado relativo de la edición para atemperar en algo lo epidémico. Y en cada local la evidencia ominosa, funesta, de un psiquismo que se autogestiona y adquiere en complicidad.
Mientras tanto los mass-media llegan a producir el deber instantáneo de aullar.
 
    En conclusión, Sánchez construye una poética centrada en sí mismo, en su vida interior, en el rechazo que siente por lo que lo rodea. Se muestra apático, distante para con el mundo. No parece interesarse por nadie en especial. No es materialista, no le importa el dinero. Se limita a su vagabundeo, que se ve consagrado en "Diario de Manhattan", y que se muestra por vez primera en Nosotros dos. La escritura se exhibe en un proceso de descomposición, anulación, perdición. Finalmente, la nada, el silencio. 

sábado, 14 de noviembre de 2015

Los otros yo (una lectura personal sobre Néstor Sánchez)

  Allá, a lo lejos, "la dueña del porvenir sin estruendos". ¿Cuál es "el porvenir sin estruendos"? ¿El autor, sí, hablo de autor y no de narrador, no quiere un futuro de sosiego, de vida familiar. Huye de la vida de ferroviario, de la herencia paterna. La Polaca lo acompaña a renunciar. Huye siempre de los demás para ir a lo más profundo de sí mismo. Paradoja: muchas veces se aleja en los trenes que debería haber administrado. Siempre un andén: Mabel en Chacarita o en Villa Urquiza; Clara en La Lucila o en Banfield. Siempre los trenes. Once, la escuela, el pool. Caballito, el baile, la seducción. Villa Crespo, el tango. Olivos y Rosa, la meretriz. Avellaneda, a la noche, crónica de una evasión de las suyas. Otra huida: Santana hacia el Sur, para luego caer abatido en Bahía Blanca. "Juntos todavía los dos en las noches intransitables del sur".

  Tal vez los extranjeros, o los desconocedores de la geografía porteña, y de la geografía de nuestros alrededores, no puedan valorarlo en su justa medida pero hay un fenómeno curioso en el texto que estudiamos, Nosotros dos: se recorren grandes distancias de norte a sur y de sur a norte. Se habla de la casa del Tigre. Se habla del Centro, de Congreso, de Banfield. Hasta se nombra a Ramos Mejía, en el oeste. Palermo aparece entre los sitios mencionados. ¿Es, tal vez, la prefiguración de la "errancia" que habría de acompañar al autor durante el resto de sus días? La estabilidad no viene nunca. Las prostitutas, con su carga de calle, ocupan un lugar importante. Los negocios se ven turbios. Hay un atmósfera arltiana en esa pensión de Flores, en toda la miseria circundante, miseria material y miserias humanas. Dicho sea de paso, se lo nombra a Arlt en un momento. También se da otro hecho interesante: la situación incomoda de ser mantenido por una de aquellas que ejercen "la profesión más antigua del mundo". No podemos evitar acordarnos de  Viaje al fin de la noche, donde se cuenta, entre muchas historias, la de la generosidad de una señorita muy predispuesta, una americana que mantiene al francés en los Estados Unidos y que casi no lo deja trabajar. La Polaca, con ese aire extranjero, lejano, nos hace pensar en Arlt y Céline, aunque parezca extraño y descabellado. En Néstor Sánchez tenemos nombres españoles e italianos pero también aparecen los apellidos "raros". La literatura suya es cosmopolita y bien argentina al mismo tiempo, tal vez porque nosotros tengamos mucho de foráneo por más barro que haya debajo de nuestras suelas.

  Hacemos una confesión: dudamos un momento acerca de si Sánchez leyó a Céline o no. Lo leyó y, como si fuera poco, lo tradujo (Muerte a crédito). A partir de ahí, se puede hablar de una escritura de la ruina, que lleva a los Beatnik y, más adelante, a Bukowski. Pero ese es otro tema. Nos quedamos con nuestro autor argentino. Y nos quedamos con el concepto que acuñamos recién: "Escritura de la ruina". Hay una vocación de no quedarse en ningún lado, por más que se esté bien. Eso mismo hemos notado en el autor americano y en el francés. Hay una tendencia inexplicable de errar; de errar en tanta vagabundeo y de errar en cuanto a lo moral, a las decisiones de vida (siempre y cuando nos pongamos del lado de una postura medianamente conservadora. Sin embargo, ellos mismos son los que recalcan lo estrafalario de sus existencias).

 "La cultura por largos momentos era esa mujer con el pelo suelto bailando una rumba frente al gordo desvalido en el centro del salón, buscándola a manotazos, la puta cultura en el Palermo Palace levantándose la pollera, alzando los brazos para dejarse agarrar sin dejarse agarrar". Vemos el desprecio relativo de la cultura. Sánchez no sacraliza nada. No se queda con Clara. No se queda en ningún lado. Ni siquiera se puede decir que ame el arte. Y con la escritura mantiene una relación muy extraña. Su prosa es desordenada, relativamente difícil de entender. Salta de primera a tercera persona con una facilidad pasmosa. Va con los ojos abiertos a su final. Dice: "La gente que se separa elige empezar a morirse". Es consciente. No le importa. Se deja llevar por un instinto de fuga, un anhelo inexplicable de distancia y alejamiento. Así como hay amantes de los casamientos, él es apóstol del divorcio, es un rupturista en cualquier sentido de la palabra, es alguien que siempre rompe. Rompe con todo. Incluso con su vida. Es vanguardista de sí mismo.

  Dice "mi repetida falta de trabajo". Es un tema clásico de la literatura, y más de la literatura argentina, la idea del escritor desempleado. El Arlt de El juguete rabioso no conoció más estabilidad que la de vivir de sobresalto en sobresalto. Contrariamente a lo que uno podría creer, es relativa esa imagen popular de "antes había laburo por todos lados". Ya que los nombramos antes, Bukowski y Céline no fueron tampoco grandes trabajadores. Un empleo estable significa horarios, rutina y cierta pesadez. Pero también significa alimento, seguridad económica y cierto orden en la vida. Dicho sea de paso, Sánchez nombra a Rimbaud, otro tipo errante, tal vez el padre de los poetas prófugos.

  "Y toda la ropa en una misma silla". Sorprende el estilo que tiene Sánchez para hablar del sexo y de situaciones complejas como la primera vez en un parque público. Incluso sale airoso cuando habla de prostitutas que lo mantienen. Es un boxeador del estilo. Pero así como esquiva el golpe bajo, así también elude las responsabilidades. Construye una poética en base al viaje, al irse constantemente del lugar siempre circunstancial que le toca. "Y no fuiste a la vida, no desperté drogado en un país extranjero." Sin embargo, habría de irse alguna vez y por muchos años...


  Algunos le dicen "seguís sin encontrarle un lugar estable a la alegría". Eso no existe para él. No hay lugar estable. Y no hay alegría. No existe esa alegría enferma de Arlt más grande que la iglesia de San José de Flores. Clara le dice "todos esos seres tristes sos vos". Y él se va, siempre se va. No se traza otro camino que hacerse un camino al andar. Y se va...

domingo, 8 de noviembre de 2015

Sueños locos XLV (Futuros)

  Armo la escenografía media gris porque no puede ser de otra manera. Bien la querría naranja pero no se puede todo en la vida. Veo fragmentos, cuadros dentro de un cuadro raro, un cuadro que se desvanece hasta hacerse ocaso, ocasión del pecado de aburrimiento, vanidad de un bobo. Un sol suave entra por ventanales de antaño. Lentamente, el alrededor apático va tomando forma. El edificio público cobra vida a medida que la cámara se acerca a los personajes. Se empezó por la apatía de un recinto cualquiera pero se llegó a la vida de dos jóvenes que se miran, se miran fijo. 
 
 Los colores estallan de repente: se ve verde, blanco, rojo, negro, azul. Las paredes de la "Escuela Universidad Estado Gobernación" se van al anaranjado de una mañana colada en un atardecer suspirado por una chica muy ella. La jornada se hace recuerdos, emociones de un mar pomposo que vive en esos abrigos tan estrafalarios. El frío es suave porque es impuro: está mezclado con la sangre del sol. Es un viento mestizo que intenta vanamente preocupar a las viejas muertas por adelantado.

  La señorita se da vuelta un instante y mira fijo al vacío con ojos verdes que vuelan más allá del yo. La cámara le toma la nuca blanca, pálida, despejada; el cabello castaño claro, dividido en dos por una raya perfecta que obra como bifurcación: los hombros reciben los pelos sueltos y lacios, revueltos en las puntas, rulos incipientes al final. No se lo ve al muchacho. Pero se ve lo que ve él, ese botín de lujuria vampiresca. Los dos de pie, dándole la cara a la nada. Alrededor de ellos y ese abrazo imaginario, un mundo congelado, un desierto contenido entre cuatro paredes y un techo alto. Baldosas rosadas, escaleras de pasamanos marrones de madera a lo lejos, de manera laberíntica. Algunas bibliotecas opuestas por diagonales y un amplio salón principal abandonado a sí mismo.

  A medida que veo la película, me doy cuenta de que el lugar tiene que ver con un pasado poco feliz. Las personas tienen que exorcizar el mundo para hacerlo uno con el cielo. Sigo comentando el film: ella ahora se da vuelta. Se están por despedir. Se miran fijo, con casi nada de distancia entre sus bocas. Pero la despedida queda trunca: la joven voltea como si se hubiera olvidado algo allá al fondo, donde termina el corredor que va del salón central a un ventanal gigantesco de vidrio que regala una avenida verde, frondosa, viva de árboles y bicicletas extraviadas.

  Él le toca el hombro para despabilarla, ella gira repentinamente y le da un beso inesperado. Él no puede ni quiere rechazarlo. Pasan algunos segundos y los labios siguen fundidos en un dibujo espectacular, escultural. La película tiene una música muy rara, como una mezcla de clásica y pop muy suave, que en verdad no es pop. Los violines están de fondo pero sin esa alevosía morbosa que caracteriza a las producciones masivas. Lentamente, empieza a inmiscuirse el silencio. El volumen va bajando en una transición limpia y ordenada. Suben las pulsaciones. La cámara enfoca los ojos vivos de la besadora y roza de costado el rostro del besado amedrentado. Instantes después, es el chico el que es enfocado en un primer plano que lo muestra junto a la nuca de su amada. Ya no se besan. Se abrazan fuerte. Ella viste un saco de fondo blanco con flores y plantas de colores varios; lleva un pantalón negro que le hace muy linda la cola. Para cortar con la sensualidad de su culo de ensueño, chatitas celestes. Una camisa verde manzana completa su cuerpo despojado de tetas. Él luce como un leñador en cuanto vestimenta pero se nota en la serena expresión del rostro que jamás ha matado un árbol y que come carne con gran remordimiento: se lo ve radiante pero reflexivo en el fondo de esa mirada tan llena de alma, de almas, de Dios...

- Te amo, lindo.-

  Una caricia suave anestesia el rostro del varón de pelo largo y barba con algunos pelitos colorados. No puede creer que ella le haya regalado instante tan hermoso. Se queda sin respiración. Sonríe como un idiota. Los ojos, también verdes, se le ponen vidriosos. Se le quema bien roja la cara. Se siente mal. Ella también. Se desesperan. Se matan en un abrazo violento. Se asesinan en la desesperación de no poder expresar lo que sienten.

- Hacía mucho que esperaba esto, estoy contenta a pesar de todo. -

  Él hombrecito sigue absorto. Ella sonríe. Él devuelve gentilezas y esboza una sonrisa digna de comercial de pasta dental. Se toman de las manos como si apoyaran sus palmas en una pared que no existe. No hay muros de miradas ajenas que pueda separarlos. Nadie. El tiempo es cada vez más perezoso, como si el reloj de la vida hubiera sido martillado por Dios para que estos dos tuvieran una razón para reír. De manera elegante, la alegría se va apagando como un fuego que se muere por falta de alimento. Se escucha una ráfaga que surca el suburbio, afuera está de sol pero no es más que un día que se esfuerza por mostrarse fuerte como esos agonizantes que intentan reflejar vitalidad en actos desesperados. La tarde siempre brilla con lo máximo de sus fuerzas cuando está por marcharse: quiere morir dando puñaladas a los ojos incrédulos de los millones que la explotan. 

  La tarde está de sol, la tarde está de sol... Saben que van a estar mucho tiempo sin verse. Son amigos que nunca antes se habían besado. Cada cual tiene que seguir por su lado. No estaba previsto pero esta ocasión de ahora será su despedida. Pasará algún tiempo para que vuelvan a encontrarse. La música crece en este momento. Ella se siente feliz de haber hecho feliz a su admirador más devoto aunque una culpa le ronda la conciencia y el corazón. Él está todavía bajo los efectos de las drogas de ese beso que luego habrá de ser abstinencia. Ahora se besan en la mejilla. Conservan la apariencia de una amistad normal, sin sobresaltos. Ella va hacia el ventanal como si fuera un fantasma que puede traspasarlo, va hacia el sur. Él encara la puerta grande, hacia el norte. Ambos miran hacia atrás, no pueden evitarlo. Se miran. Se sonríen y se intercambian imágenes de lágrimas silenciosas. No pueden más. Quieren volverse a abrazar pero no deben. Tienen que separarse, ir cada uno por su lado. Se van apartando lentamente el uno del otro. La película termina con él caminando triste y contento a la vez por una cuadra de casas bajas y árboles gigantes. Queda una ausencia flotando. La tarde está de sol, la tarde está de sol, la tarde está desolada...