Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

miércoles, 13 de enero de 2016

Sueños locos LIV (Julio Chávez)



  ¿Conocen la Avenida Juan de Garay? Quiero ir a la parte donde está "Buenos Aires Polo Circo", esa carpa de risas y alegrías para todos, muy cerca del Hospital Garrahan. Quiero que puedan ver esa plaza enorme que llega hasta Avenida Brasil. Es un terreno inmenso, un cacho gigante de verde enquistado en la Ciudad. ¿Se ubican? En el límite entre Parque Patricios y San Cristóbal. Por esa zona pasan el 4, el 143, el 50 y el 150, entre otros.  

  Julio Chávez, el gran actor argentino, gritaba a lo lejos. Me insultaba, me invitaba a pelear. Yo no podía verlo pero sentía su vozarrón dramático a una cuadra o más. Me decía que era un cagón, un pelotudo, un hijo de puta, un miserable, un cobarde, una basura, un parásito, una lacra, un kirchnerista de mierda, un nabo, un pajero, un nazi, un infeliz, un zurdo de cuarta, un degenerado, un loco, un estúpido, un antisemita, un farsante, un atorrante, un vivo bárbaro, un cornudo, un homosexual reprimido, un vigilante, un pollerudo, un chorro y no sé cuántas cosas más. Todo puteadas a la octava. No paraba. Estoy acostumbrado a ser insultado desde chico pero esto era "to much". No sé por qué tanta saña. ¿Qué le hice a este actorazo para que se ponga así, como un toro salvaje y embravecido? Pese a la admiración que siento por él, no pude reprimir la bronca y lo fui a buscar. En verdad, tenía miedo pero creí que si huía podía hacerme una emboscada en cualquier lugar. El país entero es fanático de sus trabajos en cine, teatro y televisión. Debía ir al foco ese de maledicencias y reprimir el incendio antes de que se expanda como un cáncer terminal a todo el barrio. Si lo hacía callar, podía sobrevivir al despotismo de los famosos, al "Capitán" de los barcos de papel que enriquecen a Suar.

  El tipo estaba detrás de una camioneta negra Chevrolet estacionada sobre Garay. No recuerdo el modelo del vehículo pero bueno, sólo tengo en la memoria la expresión pálida de ese rostro soberbio y severo, esos rasgos de puro talento argentino. Al verlo, sentí miedo. Un actor, un tipo habilidoso con su cuerpo, con sus movimientos. Podía desarmarme con dos golpes bien dados. Lo miré fijo a los ojos pero con mucho temor. Sentía que mi vida podía acabar con mi nuca rota contra el pavimento. Por otro lado, golpear a un ídolo no me generaba alegría, al contrario, quería reconciliarme con el arte de ese caballero que tan bien nos hace quedar en todos lados. 

- Yo no te hice nada, por favor. ¡Hasta me gustaría tener una foto con vos! Sos un actorazo. Te vi en Red en la Calle Corrientes y me encantó. Y vi muchas series tuyas en el Trece. Pero lo mejor que vi de vos, según mi opinión, fue "El visitante", una película espectacular.-

- Yo voy a sacar una foto tuya y se la voy a mandar a tu vieja porque no te va a reconocer después de que te agarre yo, pedazo de hijo de puta. ¡Te voy a matar, forro! ¡Sos una basura, basura hija de puta, sorete mal parido, turro bananero! ¡Hay que matar a todos los pendejos de mierda que son como vos! ¡Yo soy Julio Chávez! ¡Soy Julio Chávez! -

- Ya sé que sos Julio Chávez. Por eso te pedí una foto. -

- ¡Ah, encima te pasás de vivo! -

  Empezó el movimiento de piernas de los dos: a los costados, hacia atrás, hacia adelante. La idea era medir al adversario, tipo "round de estudio". Yo lo vi lento de los miembros inferiores pero muy fuerte a la altura de los hombros; lo vi con buen manejo de las distancias y muy seguro en su guardia. Habrá estudiado boxeo alguna vez. Temí por mi mandíbula. Comencé a mirarlo con bronca como para intentar asustarlo pero el loco se enojaba más. Se notaba que era un trámite para él el pegarme a mí. Tal vez tenía como vicio escondido el fajar a los jóvenes que por alguna razón misteriosa no le caían en gracia. Hay muchos tipos en Baires que van en coche y paran en una calle cualquiera a zurrar a alguno que les pinte mal. Son todos pegadores fatales.

  ¿Me quería dar porque yo soy parte de un experimento actoral? Pensé muchas cosas. Sudaba la vida en mi frente, se me iba el aliento con cada gota de transpiración. El cuerpo me temblaba. Me movía con unos nervios eléctricos. Me costaba respirar. Sentía el mareo en la cabeza, como si fuera un globo que flotaba con tontera en el aire porteño lleno de humo y muerte. Lo único positivo es que sentía las piernas livianas. Era una danza de adrenalina: yo trataba de esquivar al loco este, que me buscaba con piñas al boleo y patadas bajas a las rodillas. Cada tanto, pegaba un saltito hacia atrás para que mi rival quede en desventaja en cuanto a las distancias. Mi única garantía de vida era confiarme a mi juventud. Mal que mal, un tipo que pasa los cincuenta no tiene el mismo aire que alguien que puede ser su hijo. A menos que hablemos de un hombre de mediana edad que sea maratonista. Pero bueno, yo danzaba con la esperanza de alcanzar el desgaste físico y mental de mi verdugo. Así y todo, algunos mandobles quebraron mis muñecas en guardia. Los brazos míos estaban violetas de tanto recibir castigo. Me costaba mantener las manos en alto. En cualquier momento, podía dejar la cara descubierta y recibir esa trompada certera en el mentón que podía dejarme "culo para arriba", como dicen los viejos. Sin embargo, pese al bombardeo constante, me esforcé para redoblar la intensidad de mis pasos, la velocidad de mi cuerpo amenazado. Poco a poco, segundo a segundo, vi que mi contrincante quedaba contra las cuerdas de la fatiga. La agitación era visible. Casi con resignación, me perseguía con el secreto anhelo de destrozarme de una vez y para siempre. Pero yo empecé a dominar la situación con muecas, con sobras, con actitudes de canchero, de payaso maldito. Tenía que buscar un ACV para él o un paro cardíaco que me haga salir de esa. Mi plan era correr para el campeonato una vez que haya quedado tirado. Ni una le metí. No podía. Si iba al intercambio, cobraba más que un estatal. Por otra parte, si le metía un bollo, me iban a acusar de homicidio o de cualquier cosa, porque no somos iguales ante la Ley, claro que no.

  Cuando todo parecía indicar que maduraba el knoc out de cualquiera de los dos, él podía caer por cansancio y yo de una ñapi, apareció un carro de asalto de la policía, la DOUCAD de la Federal. Nos separaron. Cada uno para su casa. No lo reconocieron a él. Estaba sucio y desarreglado, no tenía fuerzas para hablar, respiraba prisionero de una gran agitación. Yo aproveché la circunstancia de ser expulsado por los federales y corrí ni bien pude doblar en la otra esquina, donde está la mezquita. Me perdí para siempre por la Avenida Entre Ríos con la intención de que el Congreso y la cercana Corrientes me traguen en el olvido de mí mismo y el mundo.

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