Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

jueves, 17 de marzo de 2016

Sueños locos LXI (New Life o Sexo bajo presión)

  



  En el jardín. Pileta y parrilada. ¿Qué más pedirle a la vida? Tenía nuevos amigos; era otro lugar, un lugar seguro lleno de sol donde se respira libertad y donde los hombres son valientes, una tierra en la que no mandan los delincuentes, donde la justicia es ley y el delito es severamente castigado. En la casa, grande, de dos pisos, color blanco y techo a dos aguas color verde,  la música rock sonaba con potencia, la  tarde era hermosa. Yo seguía sumergido. Los chicos me saludaron todos efusivamente. A pesar de medir casi uno ochenta, ellos eran más altos. Me decían "Filósofo". Me preguntaban todo. Hermosos muchachos pero un poco perdidos en el mundo.

  Me pidieron que a uno de ellos le haga "gancho" con una de las chicas que estaban en el jardín de al lado, del otro lado de la reja de madera. Yo me acerqué a una rubia esplendida y traté de hacerla reír para meterla de lleno con mi amigo. Tanto le hablé que cedió. Además, el muchacho en cuestión era muy guapo, imposible que alguien lo rechazara. Bronceado, musculoso, de ojos celestes y sonrisa cegadora. Un perfecto partido para el altar, la cama o un trabajo cualquiera. 

  Luego de eso, entre una hamburguesa y otra, y algunas cervezas, no voy a mentir, todos me pidieron que usara mi lengua veloz para generar enlaces. Le conseguí chicas a mis quince amigos. Sólo faltaba yo. Pero en verdad me sentía bien con el día así, lleno de sol, comida, bebida, vistas bonitas, paz y seguridad, todo lo que un ciudadano que paga todos sus impuestos puede querer. Imposible no ser feliz de esta forma. Todo iba bien. Tenía una vida llena de ejercicio y libros pero con algunos días de excesos alimenticios. Así y todo, no había mañana o tarde en la cual no entrenara. Quería estar siempre en forma. El hombre debe estar preparado para la guerra. Porque la paz se defiende en combate, muchas veces lejos de casa.

  La noche estaba lejana. El humo de las hamburguesas crecía cada vez más. Nadie podía parar de comer. Los vecinos pasaban con sus perros y nos saludaban con gran cariño. El escenario perfecto para un buen descanso dominical. Los chicos y las chicas, entre un bocado y otro, se besaban, bebían, reían y festejaban la eterna amistad, el amor, la primavera y todo lo demás. Los padres del anfitrión no estaban en casa. Creo que habían ido a pasar un día de campo lejos, con la hija menor. Tomar cerveza hasta quedarse dormido era posible. No había límites. Yo los miraba a todos divertirse y me divertía con ellos. Era el héroe de la jornada, el San Valentín de la fiesta. En una parte de de la tarde, me dispuse a dormir un poco en una silla. Pero me tiraron agua helada en el cuello y me despertaron. Mi sobresalto fue la risa de los presentes. Reí también para no ser aguafiestas. Me filmaron y me sacaron fotos con sus teléfonos. Las muchachas me palmeaban el hombro y los varones me dieron piñas en el brazo, un saludo de camaradería y fraternidad. Era el alma del grupo y me lo hacían sentir en todo momento. Me abrazaban y coreaban mi nombre. Uno contó una anécdota muy curiosa: la vez que le salvé el pellejo de un rapero que quiso matarlo. Él se había metido en un barrio bajo para comprar un poco de hierba, tú sabes. Pero se topó con el tipo equivocado: Big Dad quería quitarle el poco dinero que le había quedado y la mercancía. Yo pasaba por allí en otro maldito día de entrenamiento, corría para ser el mejor en el equipo de la universidad. Todos los días uno debe superarse. Al ver que mi compañero estaba en problemas, me arrojé sobre el cuello de mi adversario y luego, una vez en el piso, lo pateé bien fuerte en la cabeza y nos fuimos a toda velocidad. Nunca más pasamos por allí. Ese maldito cabrón debió quedarse muy resentido luego de semejante paliza. Nos había gritado "¡Bastardos! ¡Malditos novatos! Ya van a volver por aquí, hijos de perra. Les volaré los sesos, maldita sea!"

  Como esas, mil historias de golpes y peleas en bares, en gasolineras, discotecas y otros sitios. Éramos un clan, una hermandad. El grupo ante todo. Bromeábamos con ser el "Imperio Invisible". Las chicas se reían de nosotros y nos censuraban. Uno que estaba borracho tomó unas sabanas blancas y comenzó a jugar a los fantasmas. Morimos de la risa. Hubo algunos gritos en el vecindario al ver un juego tan infantil pero no pasó a mayores. Una patrulla vino a ver qué pasaba pero se fue no sin antes tocar bocina. Nos creíamos inmortales. Creo que nada podía perturbar mi paz. No era la ruidosa Buenos Aires, con sus ladrones que proliferan como ratas o cucarachas. 

  Pero nada es perfecto. Una feminazi se hizo presente para molestarme. Una chica delgada, muy delgada, pálida, de ojos castaños y cabellos del mismo color, me dijo: "Alan, ¿te parece bien el sexo bajo presión?" Dudé. ¿Cómo sabía mi nombre? ¿Ella estaba en la fiesta o vino de otro universo? Volví a dudar. ¿De dónde salió? Creo que estaba borracho. No supe qué decir en ese instante. Pero luego reflexioné y le contesté que yo no obligué a nadie a tener sexo. Se calló. Las jóvenes que allí estaban la trataron de loca, feminista, bruja, comunista, amargada, resentida, fea, estúpida. Los chicos querían invitarla a la cama con sus recientes conquistas. Algunas señoritas se le insinuaban luego de haberla insultado tan duramente. Tom, el gran Tom, me dijo: "Oye, esa chica es tuya, hermano. No la dejes ir". Yo asentí. Todos nos rodeaban. Pedí, con un leve movimiento de cabeza, que siguieran en lo suyo. Quedamos solos. Nos miramos. El silencio se prolongó largo tiempo. Puse mi mano sobre su rostro. Ella la tomó y siguió con su mirada intensa sobre mis ojos a mil por hora. Me fui acercando con mi boca hasta la suya. La besé. Luego la abracé. Le dije que no me importaba que me dijera "sexista" o "patriarcal"; le dije que era mía, que me pertenecía por siempre y que me debía respeto. Intentó resistirse pero yo le dije que no jugase, que hablo en serio. Volví a abrazarla. Le ofrecí la oportunidad de irse de mi lado pero se quedó. Volví a insistir para que se vaya, si tal era así eso de las hembristas libertarias. No fue psicología inversa sino un plebiscito de la voluntad. Me preguntó qué va a ser de nosotros. Contesté que "siempre voy a estar acá." Cerró los ojos, suspiró y apoyó su cabeza en mi pecho, mientras yo acariciaba su cuello, su pelo.

  Pasamos a una de las habitaciones, una de tantas que tenía esa casa. Le quité la remera verde de mangas cortas con una inscripción en letras blancas adelante, en inglés, claro. Era discreta para vestir. La remera era de cuello redondo. El pantalón negro ajustado  le marcaba el trasero, bonito trasero por cierto. Me tiré encima de ella y la penetré con mucha fuerza. Me tomó de los brazos y gritó muy fuerte. En el jardín, todos oyeron eso, la imitaron, rieron, aullaron, aplaudieron y tiraron latas de cerveza contra la fachada. Una ventana se rompió. Las risas estallaron con más fuerza. La música había dejado de sonar hace rato. El punk adolescente había callado para oírnos a nosotros sacudir los cimientos del hogar. Yo había acabado luego de un tiempo. Ella tomó la iniciativa. Jugaba a ser vaquera en el Lejano Oeste. Se tocaba las tetitas y luego ponía sus dos manos abiertas en mi pecho y llevaba el cuerpo hacia adelante y hacia atrás. En un momento, puso los brazos detrás, se apoyó en las plantas de los pies y me mostró todo lo que estaba pasando. Observé de lleno nuestras geografías y sus fronteras. Gimió varias veces. Los ruidos afuera crecían con cada signo de excitación de ella, que luego se puso en perrito. La voz suya se elevaba cada vez más. Después vino el 69 y no hubo tanto griterío. Pero afuera pedían más. Me trataron de blando. Me abucheaban. Preguntaban si la feminazi no me había cortado el pene. Finalmente, con ella tendida boca abajo, la tomé por atrás y el placer suyo se entremezcló con el dolor usual en esos actos y la apoteosis fue mayúscula. Las escaleras sonaban como si un regimiento estuviera asaltando la propiedad. El segundo piso fue copado por chicos y chicas que querían ser parte de nuestra fiesta. "¡Abre esa maldita puerta!" Entraron todos, filmaron. Mi compañera se escondió debajo de una sabana y río. Yo quise meterme debajo de la cama pero los muchachos me levantaron en andas y me llevaron a la pileta. Luego, con una manguera, me dejaron la espalda hinchada de tantos azotes. Las chicas me besaron y me pidieron que les haga lo mismo que le había hecho a ella. Yo me ruboricé. A ninguno parecía importarle que yo tocase a su amiga. La mía creo que se quedó en la habitación con alguna bisexual. Era de noche ya. No daba más. Un sueño de verano.

  Al despertar y ver que las cosas no son así para mí, me hice tres o cuatro pajas al hilo. Durante el día hice otro tanto. Pero también fui a correr. Porque hay que estar bien fuerte. El crimen organizado puede ir a matarte cualquier día de la semana, vos sabés cómo es esto. Te quieren bajar los vagos. Por eso hay que salir a correr siempre, hacer lagartijas y todo eso. 

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