Me da miedo saber que de la nada se puede ir ese algo que me brinda algunas satisfacciones, una esperanza pequeña de ver otras luces, otros días, un sol roto pero digno de alcanzarse. Es duro decirlo pero me acuerdo de una chica rubia de fuego que fue penetrada por un eunuco. La compadezco. Hay cosas que no tienen explicación. Tal vez sólo se trate de jugar con los hielos de alrededor. La veo caminando bajo la muerte del cielo y las pisadas extraviadas del asfalto; la veo tan común que la hallo especial, la enamorada de mi mente otra de estas horas más que recientes.
Puede desaparecer. No hay nada, no hay nada. Siempre quedo conmigo mismo, siempre y siempre soy mi constante, mi continuidad. Tenerse a uno es maravilloso pero a veces no parece alcanzar. Si no puedo gustarle a alguien más, ¿será que realmente valgo la pena? ¿O está mal medirme en relación a la estima que me tiene o no me tiene una mujer determinada? He dicho que el que desespera de la soledad es porque desespera de sí. Claro. Es obvio, o así parece. ¿Pero no es admisible admitir el anhelo de otra presencia?
Admito que hay algunos momentos en los cuales me encuentro débil, vulnerable, frágil. Reconozco que necesito ayuda. Pero una ayuda de verdad, no palabras estúpidas. Necesito dormir alguna que otra noche con alguien, recibir mensajes, sentirme deseado. Es fuerte ver todo lo que veo: la impresión de estar solo como si fuera el primer hombre del mundo. El mundo no me alcanza. Me siento terrible cuando me veo ajeno a todo deseo por parte de las otras...
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