Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

sábado, 4 de junio de 2016

Posdatas



 ¿No me hacen un favor, querida gente lectora? Me gustaría que le dijeran algo a alguien. Hoy, a eso de las 18 hs, aproximadamente, una chica muy linda viajaba en el premetro rumbo a Jumbo. De hecho, me preguntó en un momento del viaje si estábamos cerca. Quisiera que le digan que me parece muy bonita y que me gustaría tomarme un café con ella. ¿Quién sabe? Por ahí, por esas cosas de la vida, está leyendo ahora estas líneas simples pero sinceras, humildes pero desbordantes de ternura. La describo porque de lo contrario es lo mismo que nada: pelo castaño oscuro de largo normal, ojos claros, pecas, sí, muchas pequitas como chispitas de chocolate. No puedo precisar bien qué ropa llevaba pero me acuerdo de sus zapatillas azules con detalles en blanco y algo así como una calza oscura con vivos verdes. Si no me equivoco, vestía camperas deportivas. No se la notaba muy abrigada. Es más, luego de su pregunta, cuando corroboré que no era de la zona, conjeturé que se vistió así para pasar desapercibida. Es probable. 

  Durante el viaje, miraba con extrañeza ese rostro tan anglosajón, tan europeo. No parecía propia de mis pagos o de las zonas aledañas. Alguno dirá que yo no aparento ser un muchacho del suburbio pero eso fue porque cuando era chiquito me tiraron en un balde lleno de lavandina para que aclarase mi piel. Yo llevo en las venas "sangre negra mezclada con el sol", como dice la canción. Bueno, les decía que esta pecosa me asombró por esa belleza tan particular, tan ajena al estereotipo de la argentina promedio, sea morocha como Ximena Capristo o rubia como cualquiera que ustedes tengan en mente. Ésta era como muy extranjera. Eso sí, su forma de vestir y sus gestos eran bien argentinos. Yo trataba de mirar por la ventana o hacia atrás para no quedarme clavado en esos ojos entre verdes y celestes. Tuve miedo de que se sienta acosada y me grite delante de todos. Nunca faltan los machazos fatales justicieros dispuestos a repartir tortazos para ganar un pan dulce.  

 No quiero presumir pero me miró. Me miró más de una vez mientras se pasaba la mano por el cabello. Admito que nuestros ojos no mantuvieron una conversación prolongada en ningún tramo del viaje pero algunos chispazos hubo, aunque claro, no alcanzaron a ser ese incendio pasional que quiero para mi pecho. No estuvo nada mal. Cuando la escuché hablar, noté su condición de "extranjera": no era una piba de Lugano o Villa Soldati (aclaro, para los perseguidos progresistas de siempre, que hay de todo y que, yo soy prueba de ello, hasta gente de letras habita estas comarcas. No obstante eso, somos los menos). Muy agradable el timbre, las pausas, la forma de dirigirse y de agradecer. Toda una señorita de Primer Mundo. Estoy muy acostumbrado a tratar a diario con mujercitas prepotentes y maleducadas.

  Alguno se preguntará qué hacía una chica bien en una zona estigmatizada como "pesada" que, de hecho, lo es, relativamente hablando, claro está. Bueno, Jumbo Parque Brown es "factory outlet", es decir, tiene, supuestamente, precios de fábrica. Este centro comercial muestra valores mucho más accesibles que los que se encuentran en cualquier otra parte de Buenos Aires. Tiene patio de comidas con vista a una cancha de golf, seguridad privada, estacionamiento, buena accesibilidad en cuanto a transporte público, todas las marcas, etc. En síntesis, es un buen sitio para ir de paseo, comer algo, comprar ropa linda. Mucha gente con muy buenos autos viene a parar acá proveniente de barrios de ingresos medios y medios altos. Sé que el párrafo presente parece un "chivo", un comercial implícito. Pero también sé que me leen personas de muchas partes y que les interesa saber más de este rincón de la Ciudad. Mis lectores son, mayoritariamente, de Caballito, Palermo y todos esos lados. Traducido, mis seguidores tienen un dejo de masoquismo. Quieren ver cómo piensa un intelectual de los suburbios. Ahora ya saben.

 Volvamos a la chica que la sociología y la publicidad no me interesan en este momento. Me interesa volver a ver a esa pecosita divina. Quiero destacar que me gusta cuando veo chicas que no están teñidas. No hay nada como lo natural. La mujer de cabello oscuro y ojos claros es difícil de hallar en la Buenos Aires actual saturada de cabezas teñidas y la obsesión de ser rubia aunque luego se termine con la apariencia de un taxi por el contraste entre techo y...

  En mi facultad, la eterna Puan, hay unas cuantas cabelleras oscuras contrastadas por ojos de mar o verde esmeralda pero, como sabrán aquellos que me leen a menudo, esa es tierra vedada para mí, no es coto de caza. Varias veces he dicho que no me meto con gente problemática o que considera que mirar a la cara es una violación. Bien, vuelvo a mi belleza del día de la fecha: la vi tan perfecta que no lo pude creer. Pensé que era un regalo de Dios. Hasta me ilusioné con el surgimiento de una conversación espontánea, una plática donde afloren las risas, los sonrojos y el intercambio de teléfonos. Pero, obvio, nada de eso ocurrió. Aunque no voy a negar que fue hermoso pasar casi media hora contemplando una carita perfecta, llena de magia, ternura y amor. Vi su boquita y quise besarla. Me hizo bien olvidar un poco todo, volar luego de tanto caer. Es cierto que estas imágenes son opio para el alma pero la realidad no me trata del todo bien y a veces está bueno proyectarse en el espacio de los anhelos, en la cumbre de los sentimientos siempre reprimidos, castrados, vedados. ¿Por qué no podría tener una novia así? Me veo acurrucado en torno a ella, me veo con la cabeza posada en su hombro pálido, con las manos entrelazas a las suyas; me imagino tomando un té o en un paseo por el parque. La hago de noche, con un susurro suave en mi oído, palabras de cariño y desenfreno, deslices de una vida que se toma revancha luego del castigo de una moral injusta. Veo su cabecita en mi pecho y un beso en el corazón. Quiero una guerra mundial de los dos debajo de las sábanas, una guerra que demande entrega total, sacrificio, dolor y el goce final por haber salido vivos del diluvio atómico. Luego, la reconstrucción de los cuerpos entre caricias, charlas reparadoras, consuelos, elogios, abrazos, confesiones, sinceridad y el plan de ser más felices cada día.

 ¡Tantas cosas que no podría contarlas a todas! Me basta con quedarme con este sentimiento de satisfacción. Lo mejor está por venir, ¿no? Hay que seguir viviendo pese a la soledad, el dolor de no tener a nadie que pregunte por mí, la tristeza de que suene el celular y nunca sea una chica que quiera mis besos (me siento como si fuera un sapo que todas quieren evitar). Eso, todo eso es lo que me tiene mal, sumado al maltrato de gente que no me comprende. Como si fuera poco, después estoy obligado por ley a querer a todo el mundo, a mirar con ojos complacientes la felicidad ajena, los coches y las esposas de los otros. ¿Por qué?  No quiero para mí ni una lágrima menos cayendo de mis ojos, no, ni una menos, ni una menos, nunca más, nunca más, nunca más...

No hay comentarios:

Publicar un comentario