Sigo sin comprender, como hoy, cuando una señora de pelo blanco y ojos celestes, una librera muy hermosa, me dijo que "no somos nada". Lo primero que se me ocurrió decirle fue que todo es efímero, como para asentir su comentario pesimista contrastado con una sonrisa bella y fresca. Esa mujer es muy bonita. Lo malo es que el local donde trabaja, no sé si será suyo, es muy caro. Pero vale la pena tener una excusa perfecta para ver todo eso que hay en ella.
La vida me sorprende una vez más. Es raro pero pocas veces un acontecimiento fenomenal viene a cortar mis comentarios. Pasa que una estrella ha caído en mi casa y ahora, gustoso, la contemplo con mucha felicidad.
Muchas veces pienso que acceder al umbral del palacio es algo casi tan fabuloso como entrar. Dirán que la comparación es mala, que soy exagerado, idiota, conformista y qué sé yo. Pero yo les digo una cosa, amigos, amigas tengo pocas porque soy malo y misógino, decía que es difícil llegar a ciertos lugares. Las metas finales pueden resignarse en mi alma. Pero nunca, nunca voy a renunciar a estar a tiro de piedra de una fuerza que me haga bien.
Sigo sin comprender lo que pasó, esa caminata tan hermosa desde Avenida Escalada y Avenida Eva Perón hasta la Facultad de Fasología y Letras, Bonifacio y Puan. Fue un caminar hermoso bajo el sol. Miré chicas, árboles, casas, coches, negocios y mucho más. Pero, cada tanto, levantaba la mirada al cielo y me sorprendía con semejante regalo divino en lo que podría ser lo peor del otoño, dada la fecha en la que estamos.
Llegué a un puente y vi pasar los autos y las señoritas, muy contentas de mirarme. En otro punto del trayecto, una bonita me sonrío. No supe cómo reaccionar. No recuerdo cuándo fue la última vez que me pasó algo así. Porque las mujeres me miran mucho, modestia aparte, pero es más fácil que te den su lugar en la cola a que te sonrían. Y ahora, la ansiedad.
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