Como buen burgués que quiero ser, compré La Nación, facturas, leí el diario tomando mate y ahora, para bajar la mala conciencia y las calorías, a correr un rato bajo el sol, alrededor del parque. Digna escena de la clase mierda. Pero esto se da en Lugano, ya lo saben, si me leyeron antes. ¿Alguno reparó en el texto de ayer? ¿Vieron eso de la crisis de otoño? Bueno, hoy perdura. Pero tengo el consuelo de que un día bonito me espera allá afuera. Me levanté deprimido, sin energías. Tengo frío, me siento mal. Mi organismo está atacado por una energía muy negativa, una breve muerte de mi felicidad natural, mi forma de ser sonriente. La soledad dominguera me quema el cerebro. Temo que me bajen las defensas y que me dé alguna enfermedad de estas que vienen con las bajas temperaturas.
A mi alrededor, no hallo buenos consejos sino palabras de resignación, palabras que me invitan a aceptar la soledad. Se ve que me encuentran feo y que por eso debo morir solo. Me siento muy mal. No puedo creer esta crisis que estoy pasando. Necesito ayuda. Una vez más, queda demostrado que vivimos en una sociedad matriarcal y hembrista: una mujer normal, no una modelo, puede tener a varios a su merced. Un hombre común, no un actor de Hollywood, tiene que remar en dulce de leche a cambio de nada. Luego uno queda sucio, pegajoso y con moscas que te tapan el cuerpo en su totalidad. Todo es en vano.
Hoy me siento mal.
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