Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

sábado, 29 de octubre de 2016

Providencias



  Al vano andar en círculos le estarían llegando los últimos pulsos. Sin embargo, la demora del día pone en entredicho las esperanzas que han cimentado la marcha grave y silenciosa. ¿Cuándo, cuándo? Una y otra vez la maldita pregunta. No se ve que en las repeticiones surgen pequeñas "imperfecciones" que devienen caminos nuevos, nunca entrevistos. El perímetro tiende a su ampliación sin que lo adviertan los centinelas ebrios, muy ebrios de soberbia y dejadez.

  Las ruinas son puestas en distancia por el que sigue la mirada de su fe revelada. Ve los lagos venideros, no las arenas que envuelven los senderos mezquinos y olvidados. Si todo es susceptible de transformarse, ¿por qué las prisiones serían siempre invisibles? Los días no pueden ser obligados a igualarse los unos a los otros. Los rayos del sol varían en intensidad y algunas gotas de lluvia refrescan de cuando en cuando los negros y gruesos barrotes de las celdas superpobladas de fantasmas y penas.

  Noches y noches nacerán los mares que llevarán a los prófugos a cualquier parte. Las mañanas se abrirán grandiosas a los pechos que soportaron las fatigas de llantos eternos y solitarios, lágrimas peregrinas que dieron sustento a las más variadas evasiones conocidas por la inteligencia humana.

  En el hoy, hoy. Hoy y hoy, sucesión dolorosa de horas imposibles y ventanas cerradas. En el fondo, oscuridad. Aunque hay algo de una suerte que creyó, una caricia que arrebató un alma de ese rincón de súplicas y golpes a matar. Una voz suave agita ondas leves que invitan al sueño, al sol, al deseo de poder más. 

  Se trata de misiones. Dos líneas convergen en un punto pero luego siguen su dirección inequívoca. O eso es lo que programa la burda matemática de los destinos trazados por antaño. De todas formas, son tonteras. La razón verdadera es que cada cual puede librar batallas graves contra la ausencia y el callar. Muy pocos se atreven a cruzar los ríos entremedios. El problema es que los redimidos, todavía atontados por la sorpresa, sufren el caminar en soledad, el verse privados de esa sensación de sanación inesperada, milagrosa. Es difícil comprender que los salvados deben ir a salvar a otros. La adicción a la indulgencia es peligrosa como la misma desgracia. 

  En fin. Quedan las gracias, los soles, los rezos y esos letargos enfermos que estiran sus brazos maquínicos contra las juventudes del ahora y el mañana. El correr hacia la aurora brillará las consciencias de los venideros y expiará las culpas de los que no supieron o no quisieron imponerse a las bravas corrientes del mundo.  

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