Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

sábado, 11 de marzo de 2017

Paredes rojas



  Paredes ensangrentadas. Obreros explotados y alienados dejaron algo de sí para que haya colores tan bellos en la gama del rojo. El mundo está hecho de pequeñas muertes cotidianas, de vidas que quedan en suspenso durante horas para que otros puedan disfrutar de un algo. Es como ese empleado de limpieza que trapea maquinalmente el piso de un centro comercial al tiempo que intenta olvidar todo para no sentir ganas de escapar de su prisión diaria. Encierro a cambio de un plato de comida. Y sí, estamos hechos de esfuerzos ajenos, de generaciones anteriores y presentes. A la vez, nos convertimos en esfuerzos para otros, de ahora y por venir. Todo lo anterior es un punto de vista nada más. Sería difícil moralizar sobre estas cuestiones con sencillez. 

  Las paredes rojas seguían ahí, vos deslumbrada ante colores enemigos de lo convencional. Pasaste el pasillo con sorpresa e ingresaste a una habitación que nunca antes habías pisado. Te encontraste con una ventana que te coqueteaba con un paisaje inigualable: árboles, muchos árboles frondosos alrededor de un gran lago azul. Un pequeño bosque enclavado en la ciudad, misterio. ¿Por qué nunca viste algo así? Quizás porque toda la vida anduviste en auto, lejos de otros itinerarios que no fueran los marcados por tus padres. Todo es nuevo, sos como una niña, como cualquiera que se ve ante la novedad por más que tenga ochenta años. ¿O acaso sabríamos cómo reaccionar ante la aparición de un ente sobrenatural? Lo conocido nos hace viejos, aburridos. Lo otro, lo no visto, puede rejuvenecer a cualquiera que sienta curiosidad y pasión por la aventura. ¿Acaso los extranjeros no volvieron a nacer cuando se alejaron de su patria?  


  Las paredes rojas quedaron atrás, en la piel de un pasillo y un comedor castigados por silencios de décadas. Ahora sos vos ante la ventana: vos que mirás lo nuevo, que das ojos claros a la enormidad que se desarrolla ahí abajo, donde hay algo de campo, de ciudad; un poco de siglo XXI y mucho de siglo pasado. Como un ensueño, se presiente lugares más distantes, fronteras que te esperan para que renazcas en viajes no trazados de antemano.


  Apoyada contra el marco de la ventana, con la cabeza hacia abajo como si quisieras beber del lago que mirás, sentís tu pequeñez ante el mundo. El asombro ante lo sublime te hace lamentar el tiempo perdido pero nace en vos la esperanza de pintar nuevas líneas en el horizonte, con esas manos que hicieron milagros al escribir las palabras correctas en el momento correcto.


  La contemplación se interrumpe por un grato e ingrato episodio: sentís cómo el chico que convertiste en cuadro te abraza por atrás. Le cuesta contenerse al principio: te besa el cuello, te dice lo que siente por vos, te pide que lo mates. Vos le decís que se detenga. Como un caballero, retrocede. Le querés dar un cachetazo pero sabes que va a ser peor, más te va a desear porque ama verte enojada, llena de energía, como una mujer guerrera. Entonces, con ojos color invierno, lo mirás en silencio. Agacha la cabeza, recapacita, sabe que estuvo mal. Te pide disculpas. Las aceptás. Te cambia la conversación, lleno de culpa. El paisaje, las paredes rojas, el atardecer rosado, las casas que se ven del otro lado del bosquecillo. Le seguís el juego, casi una manera de perdonarlo. Te gusta que te haya hecho caso. Aunque, muy en el fondo, te sentís genial al descubrir cómo un hombre puede querer a una mujer. Te vas de ahí, de ese cuarto pequeño. Él te toma de la mano, te sonríe. Entrás en el intercambio de gentilezas, le das un beso suave, condescendiente, de amor mas no de lujuria. 


  El mundo se pierde en el fondo de vos.    

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