Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

viernes, 26 de mayo de 2017

Sueños locos XC (El desamor en los tiempos del Estado Nuevo)





  Fue en el año 2020. Estaba en mi departamento, un tercer piso con vista a una plaza hermosa, grande, verde bien verde los pastos y las plantas de diversos tamaños. Las nuevas viviendas que se hicieron cuando vino el Estado Nuevo. Antes eso era mitad villa, mitad basural. Ahora, un lugar bien. Tenía siempre las persianas americanas bajas. No quería que me vean de enfrente. Sin embargo, se me dio por mover dos dedos los palitos para ver qué pasaba afuera. Al costado del edificio, había otra placita y un cajero automático. Un grupo de hombres fuertemente armados estaban llenando de plata el aparato cuan si se tratara de una transfusión de sangre. Es delito observar la operativa de los camiones de caudales. Así que giré hacia mi comedor y dejé de pensar en los prefectos de ropas blancas y cascos azules y en los gendarmes vestidos con uniformes verduzcos y cascos celestes. Nunca dejó de impresionarme el Estado policial que se había montado desde aquellos días. A pesar de la bancarización masiva, se seguía utilizando efectivo. Vaya uno a saber por qué o para qué.

  Dos amigos estaban conmigo en esa tarde gris de whisky dorado y chistes verdes casi violetas. Fuero interno, intenso. Sobre la mesa de vidrio oscuro, rayas blancas como marcas de un camino a la locura. Sí, cocaína. Los tres, con camisa, zapatos y pantalón de vestir. Hombres de bien en lo externo, de malicia en el alma, la mirada y la intención. Duros, nos mirábamos, nos reíamos sin reír y nos perdíamos en los cuadros dementes que colgaban de las paredes arcoiris. Nos habíamos convertido en hijos del éxito. En aquel tiempo, era operador político del Estado. Trabajaba en prensa, redes sociales, propaganda, educación y varios asuntos más que no puedo decir. Ellos eran empresarios y siguen siéndolo. 

  Sonó el timbre. Abrí. Sidney había venido en auto desde Rosario con una putita rubia qué vaya uno a saber de dónde la sacó. La veía conocida: no suelo olvidarme de las mujeres de ojos verdes. Tampoco pierdo en olvido los escotes generosos y las piernas de deportista. En verdad, tengo una enciclopedia mental de cuerpos femeninos. Julieta Violeta. Sí. No sé si se trataba de nombre de guerra pero yo le decía así, "Julieta Violeta". Suena absurdo pero bien podría ser que la madre, maestra jardinera frustrada, le haya puesto esa cacofonía como identidad distintiva entremedio de apellidos italianos y españoles repetidos al hartazgo.

  Ella gritaba...

- ¡No quiero, no quiero! ¡Otra vez acá no! ¡La puta que te parió, hijo de puta! ¡Te odio! ¡Me quiero ir! ¡Te voy a denunciar, la concha bien de tu madre! ¡Déjame, déjame, forro! ¡Vas a ver cuando le diga a mi hermano que te cague a tiros, ortiva de mierda! ¡Te voy a matar! -

  Ciertamente, Sidney ni la estaba tocando. Ella entró solita y casi sonriente pero, ni bien me vio, comenzó el escándalo. Yo nunca le hice nada. Pero mucha gente me tiene miedo al día de hoy por cosas que no realicé y por algunos que otros hechos que prefiero no narrar. Gajes del oficio. Ella ya había estado en mi casa el año anterior. No había ocurrido nada digno de ser denunciado. Podría alguna inventar que yo hacía el amor con odio pero esa es otra de las viles mentiras que circulan por ahí. Yo me dedico a la política, no al libertinaje perpetuo. Que sea un político fascista y libertario a la vez es asunto de otro cantar. Julieta Violeta o Violeta Julieta se veía blanca sol entre las lágrimas oscuras de delineador. Los labios rojos muy rojos se abrían con chillidos a repetición y quejas de loca imposible de calmar. Quería abrazarla y contenerla pero me di cuenta de que era mejor ser muy racional ante la visita inesperada de esta aprendiz de bruja canalla de allá de Rosario, tierra donde los gatos son empleados en rituales satánicos para que ganen Ñuls y Central, equipos amargos de lepra y silencio (va de acá mi rechazo hacia esos clubes que se creen grandes sin serlo).

- Sidney, vos sos un pelotudo. Se ve que la trajiste engañada a la piba. Si no le gusta venir acá, si no le cabe la merca y la joda, dejá que vaya a laburar por su lado. Está buena pero no es la única mina. Ahora la prostitución es legal y lo que sobra son putas y a bajo precio. Venís con ella en el auto por Panamericana como si fuera la última argolla del mundo. Y vos, nena, no vengas más si pensás que yo soy Al Capone. No sé quién te metió eso en la cabeza. Por un lado, mejor: nadie me rompe las bolas. Pero estoy harto de que me adjudiquen cosas que no hice. -

- Perdón, Alan. Pasa que tengo miedo. Dice mi primo que vos lo metiste en cana a él y los vagos que le hacían la segunda en el barrio. Allá en Rosario se cuenta que hiciste cagar a varios y que sos muy groso. -

- Pueden decir lo que quieran. Yo me dedico a escribir libritos para que los pibes lean y aprendan a querer al país. No ando de caño. Nunca maté a nadie. Estoy en la parte de propaganda y prensa. Pasa que soy porteño y bueno, soy el funcionario que más viaja por todo el país. Pero no, no mato gente. Sí me cojo a todas en todos lados pero eso es legal.- 

- Bueno, yo te digo lo que me dijeron. -

- Vos me tenés que creer a mí, no a esos negros boludos. Ahora, escúchame una cosita: te voy a dar plata. Dos mil dólares. Te los voy a dar en pesos. A eso súmale quinientos pe que tengo acá en el bolsillo. Y ellos también te van a dar guita por hacerte venir al pedo. Ah, también te voy a dejar mi reloj, que sale un montón. Te vas a ir en taxi, en avión o en tren, ahora que mejoramos los transportes. En micro no vas a ir. ¿Está bien? Luego, cuando llegues a tu casa, me vas a llamar. También te vas a ir con un celular de acá. Ah, y no vas a contar nada. Nunca me viste. Y si alguna vez contaste que estuviste conmigo, decí que era un chiste. Vos no me conocés, ¿me entendiste? No quiero que vengas más por acá. Si este pelotudo del Sidney te dice de ir a Buenos Aires, vos te hacés la boluda. Laburá en tu ciudad. No quiero que vengas a romper las pelotas acá. Ya bastante quilombo tengo. ¿Estamos o hablo chino? -

- Te entendí. -

  Ella metió la plata en la cartera y se fue muy contenta. Nosotros cuatro nos quedamos con Blanca, que daba vueltas nuestras cabezas, nuestros corazones. La gran ramera de papel tiene toda la poesía que uno puede llegar a necesitar. Las mujeres de carne tal vez amen mejor que las de polvo pero uno las requiere solamente para esparcir chimentos, mitos y leyendas. Cristo hizo lo mismo: una vez resucitado, se le apareció primero a unas minas porque sabía bien que no se iban a aguantar de contar por todos lados lo que habían visto. 

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