Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

domingo, 30 de julio de 2017

Sueños locos XCVII (El regreso de la Virgen Atea)



  Volvió la mujer más linda, tierna y buena del mundo: volvió la Virgen Atea. He hablado mucho de ella en varios textos. Mi gran musa inspiradora. Estuvo viviendo largo tiempo en Europa, hasta que el amor a su novio la deportó a sus brazos. Menos mal porque la extrañé demasiado todos estos años.

  El otro día invité a la bella pareja a comer un asado en Lugano. Estuvo bueno. Comimos hasta volvernos vacas que practican el canibalismo. El vino nos tiñó el cielo de tinto y el humo de la parrilla secuestró a los monoblocks en una locura sin igual de la que darán cuenta varias anécdotas. 

  Había de todo en la parrilla: asado, vacío, bondiola, pollo, achuras, chorizo, morcilla. Para tomar, vino, coca, soda, agua, fernet. Mesa completa completa para recibir a mi amiga y a su marido, que también es mi amigo. Lo quiero porque es un pibe bueno. Generalmente, las minas eligen estar con pelotudos pero ella, que es muy pensante, tomó el mejor partido de todos. Es raro en mí, pero lo voy a reconocer: existe un varón más bello y bueno que yo. 

  Luego de comer como si hubiéramos salido de una prisión norcoreana, nos acordamos que faltaba el postre. "Voy a comprar helado", dije y me fui hasta Escalada y Eva Perón. Se me dio por irme lejos para hacerme el misterioso nomás. Me tomé el 47 y me mandé a esa heladería que está en una esquina afilada y en punta, como un cuchillo. Después, subí al 114, que cambió el recorrido: ya no pasa más por la UTN (mentira).

  A la vuelta, por Avenida Escalada, pegadito a la Villa 20, se dio un incidente muy curioso. Pasó que un grupo de vagos subía la calzada sin importar el paso vehicular. Iban en contramano. No se inmutaban ante insultos y bocinazos. Llevaban bolsones con ropas y telas. El colectivo pisó la manga de una campera que se arrastraba por el suelo. Una bolsa cayó junto a todo su contenido. Uno de los pibes protestó por el atropello causado por su propia impericia. Yo asomé la cabeza por la ventanilla y le grité "¡boludo!". Me dio bronca el piedrazo que uno de los guachos arrojó contra el bondi, siempre lo mismo con esa gente de mierda. 

  El 114 no dobló en Cruz sino que siguió de largo por Escalada. Se ve que el chófer no quiso tomar la ruta del Metrobús por seguridad: el grupo de cinco chicos que protagonizó el incidente de los bolsones de ropa decidió colgarse del paragolpes trasero del colectivo. Golpeaban la luneta e insultaban como desaforados. En un instante de tensión casi de muerte, la unidad paró frente a la entrada de proveedores de Jumbo: a una vieja se la había dado por tocar el timbre sin importar el abordaje de corsarios sin igual. Yo creí que iban a aprovechar la movida para subir y bajarme a los golpes. Pero no, Dios estuvo de mi lado. Al menos, en ese momento.

  Al llegar a Avenida Roca, el chófer gritó bien fuerte que seguía hasta La Noria por 27 de Febrero y que no iba a entrar a Lugano 1 y 2. Bajé en la esquina. Detrás de mí, bajaron también los jóvenes que habían tomado por asalto el cielo rojo del paragolpes. Sentí miedo. Sabía que no podía enfrentar a una turba de ladrones de ropa. Comencé a correr mano a General Paz. Soy de salir a entrenar, así que me mandé confiado por el circuito que tengo acostumbrado. Al llegar a destino, la Virgen Atea me preguntó por qué estaba transpirado. "Verte a vos me incendia". El novio río sin el menor asomo de celos ante mi humorada. Felices, los tres tomamos el helado que yo saqué de la mochila. Estaban los sabores un tanto mezclados, pero consolé a mis invitados con una máxima de mi abuelo, ciudadano santo de la Torre 11: "En la panza, se mezcla todo".  



   

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