Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

sábado, 2 de diciembre de 2017

Sueños locos CX (Torquemada como Fiord)





  Fue en uno de los famosos fiordos de los que hablaba la profesora de Geografía, en tercer año de la secundaria. Allá lejos, donde el cielo es blanco y el suelo, también. Todo nieve. Las paredes de la cabaña eran de hielo. Igual con la gente, blanca, fría como el paisaje congelado de alrededor. Con mis dedos escarcha, toqué la puerta témpano y fui invitado a pasar por un sacerdote viejo glacial. Hablaba castellano, milagrosamente. 

- ¿Qué se le ofrece, joven? -
- Pasar para no morir, señor. -
- El Señor mora en el cielo. Usted pase, por favor. -

  Adentro sentí cierta calidez: vi maderas bronceadas, fuego en la chimenea, libros de tapas coloridas, sillones cómodos, alfombras persas. Bah, el cliché típico de la casita acogedora en medio de la nada nórdica. Nada particular. 

  El viejo cura de las nieves se acercó a mí con una copa de vino. Me dijo que tome. Estaba sentado en el sillón. No pensaba en nada. No podía pensar. Todavía temblaba. Había caminado de muy lejos. Creí, en mi marcha, que parar habría sido morir. Así que puse la vida en los pies y fui, ciego, hacia adelante y más allá. Siempre supe, en lo hondo de la angustia, que algo iba a encontrar en el camino. Lamentablemente, no tenía dinero para moverme de otra forma. Tampoco podía elegir no hacer esta peregrinación a lo desconocido. Tenía que ir, tenía que ir... 

- Joven, tengo una hija que se llama Gracia. Ella es mi único tesoro, luego de una vida tan larga, de tanto sacrificio. Creo que hallará gusto en conocerla. La luz de mis ojos ha de posarse sobre usted para su regocijo, para dicha del que ha venido de lejos. Espero reciba de mí la bendición que le otorgo como sacerdote de Cristo, Nuestro Dios y Señor.-

- Señor cura, gustoso recibo su bendición. Soy católico. Ahora bien, sepa perdonar la osadía, pero hay algo que deseo saber y puede que usted quiera y pueda satisfacer mi curiosidad. Sin más rodeos ni redundancias, pregunto: ¿dónde está su hija? Anhelo ser bendecido por su mirada, aunque yo sea un pecador indigno de su gracia, la de Gracia. Yo, pura desgracia, me hinco ante usted y pido la mano de vuestra hermosura.-

- Ella está siendo follada por dos tíos en este momento. Pero será suya. Os lo prometo. Un joven bien parecido como usted ha de saber que dispone de todas las gracias para recibir los consuelos del bello sexo.-

  Acto seguido, ingresé a una habitación y vi cómo la bella criatura cabalgaba desenfrenadamente sobre dos falos. Mientras jadeaba y se agitaba hacia adelante y hacia atrás, me miraba. Sonrió. Vi los pechos turgentes, el abdomen plano, las piernas marmóreas. Vi en ella el pecado: el mío, el de su padre; el pecado de todos los hombres y las mujeres de todos los tiempos. Me sentí miserable, con ganas de suicidarme. El vacío me quemó con fuego blanco todo el pecho, la mente, los sueños, las lágrimas y los deseos. Pese a reconocerme impuro, desgraciado, horrible y miserable, no me vi inferior al proxeneta de su propia hija. Rechacé la propuesta de ese demonio vestido con hábito sacerdotal. 

- Señor, debo irme. Mi patria me espera.

 Una vez dicho esto, salí corriendo de la cabaña y no paré en mi esfuerzo hasta ver pasar bajo mis pies todas las nieves del mundo. Horas después, encontré pasto, encontré sol. Pese a haber llegado a un lugar mejor, las voces del viejo, de Gracia y de los dos fornicarios me persiguen hasto hoy. 

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